Con las banderas de la paz, antorchas o flores. Con las fotos de los cuatro secuestrados en los portales de los edificios públicos. Marchando o amenazando con suicidios absurdos si no volvían libres. De día y de noche.

Durante los 21 días que ha durado el secuestro de Simona Torretta, Simona Pari y sus dos ayudantes iraquís, los italianos han manifestado a diario su solidaridad. Han bajado también a la calle por vez primera --y no para reivindicar un permiso de residencia-- las comunidades musulmanas del país. La última forma de protesta fueron unas margaritas de alambre colgadas en las solapas o los escotes, recuerdo de cómo un jeque iraquí definió a las dos voluntarias: "Margaritas brotadas en esa tierra árida".

Han sido 21 días de encuentro entre las culturas árabe y occidental, que en Irak parecen irreconciliables. "Que el islam moderado haga oír su voz", pidió Marcello Pera, presidente del Senado. "El islam no considera la violencia", dijo Mohamed Tur Dachan, representante de los musulmanes.

El presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, y el Papa pidieron que se resuelvan las causas del terrorismo. "De otro modo la violencia no será erradicada".