Tonga es un extraño país en el Pacífico Sur de poco más o menos 120.000 habitantes, repartidos en 170 islas de coral (36 de ellas deshabitadas). La población vive según reglas y ordenanzas propias del siglo XVIII, bajo la autoridad absoluta de su majestad, Jorge Tupou V, que ayer fue coronado tras dos años de turbulencias políticas. Desde la muerte en el 2006 del rey Taufa´ahau Tupou IV, su padre y predecesor, las protestas y reclamos de democracia se han sucedido en el pequeño país. Han costado la vida a ocho personas y la libertad a 700, además de importantes pérdidas materiales.

La vida licenciosa del nuevo monarca (que ya tiene 60 años y sigue soltero, aunque tiene una hija y varios nietos) y su obsceno despilfarro ante unos súbditos pobres cuya renta per cápita se estima en 270 euros anuales, ha llegado al colmo con los fastos de la coronación. Las fiestas se han llevado por delante entre 1,6 y 3 millones de euros. Tres millones de euros es el presupuesto anual de Tonga. Pero para llegar hasta el día de ayer y ser coronado, el nuevo rey tuvo que hacer algunas concesiones a la oposición. Ha prometido iniciar un proceso de democratización que culminará en el 2010 con elecciones libres. Ahora el país cuenta con un Parlamento títere, controlado por el rey y por 33 familias nobles.

Lo más curioso es que 1.400 dignatarios extranjeros asistieron como si se tomaran en serio este reino de opereta, protectorado británico de 1900 a 1970. Entre ellos estuvieron el príncipe heredero de Japón, Naruhito, y los duques de Gloucester.