Gordon Brown se crece en las dificultades. Ayer lo volvió a demostrar. Ponderado en su actuación, echó por tierra la imagen de energúmeno, incapaz de controlar los ataques de furia, que un par de libros recientes han dado de él. El interrogatorio sobre Irak con las elecciones generales a la vuelta de la esquina era una trampa peligrosa.

El primer ministro nunca pudo imaginar que a primeros de marzo se hallaría en la posición en que le colocan los últimos sondeos. Si en el publicado el pasado fin de semana por el Sunday Times la ventaja de los conservadores se reducía a dos puntos, una nueva encuesta de la cadena Channel 4 confirmaba el martes ese recorte, dando a los conservadores el 39% de votos y a los laboristas, el 37%.

INQUIETUD EN LA ´CITY´ Atrás han quedado las ventajas de más de 25 puntos que llegó a tener el líder de los tories , David Cameron. Vacilante, confuso, el jefe de los conservadores pierde terreno, incapaz de capitalizar el descontento con Brown. El pasado sábado, en la conferencia de primavera de su partido en Brighton, Cameron perdió la última oportunidad de calar en la opinión pública antes de las elecciones. "No tiene nada que decir", sentenciaba el Financial Times ante la inquietud creciente de la City . El mundo financiero teme un gobierno sin mayoría absoluta.