Los expertos norteamericanos que investigan el atentado del martes contra la sede de la ONU en Bagdad creen que quienes lo perpetraron disponían de cómplices dentro del propio edificio. Las sospechas apuntan a los guardias de seguridad iraquís empleados por la ONU que, supuestamente, trabajaban para el servicio secreto del derrocado régimen de Sadam.

Estas sospechas, reveladas ayer por el diario The New York Times , que citaba a un alto funcionario estadounidense, fueron también expresadas paralelamente por Gabriel Pichon, un agente francés responsable de la seguridad del representante de la ONU en Irak, Sergio Vieira de Mello, fallecido en el atentado.

SIN CAMARAS DE VIGILANCIA

En unas declaraciones al diario francés Le Monde , Pichon aseguró: "Estoy convencido de que las personas que están en el origen del atentado se encontraban allí en el momento de la explosión. Si hubiera habido cámaras de vigilancia, podríamos tener ahora informaciones mucho más precisas sobre los pormenores de este acto".

Otras fuentes de la ONU en Bagdad, que pidieron el anonimato, declararon a la agencia France Presse: "Forzosamente tuvo que haber cómplices iraquís en el interior del Hotel Canal (sede de la organización), que pasaron información a los autores del atentado". "Fue un atentado muy bien preparado, que tenía un objetivo concreto y este objetivo era Vieira de Mello", añadió el interlocutor de France Presse.

El funcionario norteamericano citado por The New York Times dijo que todos los guardias de seguridad que trabajaban en el edificio eran agentes de los servicios secretos iraquís, a quienes rendían cuentas de las actividades de la ONU antes de la guerra.

El mismo responsable explicó que cuando los investigadores empezaron a interrogar a los guardias, dos de ellos invocaron "inmunidad diplomática". "Creemos que la seguridad de la ONU estaba seriamente comprometida, y nos preocupa en particular el lugar donde fue colocado el vehículo", añadió el funcionario de EEUU. El camión bomba estalló debajo de la oficina de Vieira de Mello, justo en el momento en que estaba reunido con Arthur Helton, un activista de los derechos humanos.