Alrededor de 250 mil mujeres migrantes que llegan al Líbano para laborar como trabajadoras domésticas son tratadas como esclavas al ser sometidas a extenuantes jornadas de trabajo sin descanso, según denunció Amnistía Internacional (AI).

La ONG señala que miles de mujeres de países africanos y asiáticos se separan de sus seres queridos cada año para trabajar en el servicio doméstico en Líbano, con la esperanza de un futuro mejor. Pero allí terminan siendo excluidas del derecho laboral y atrapadas en el sistema de kafala, que, además de hacerlas trabajar 14 o 16 horas sin descanso, sus empleadores les reducen sus salarios y sus alimentos, les restringen en su libertad de movimiento, las insultan y encierran.

Si una de ellas se enferma, también se les niega asistencia médica.

Esta situación fue revelada por AI en el informe Su casa es mi prisión: la explotación de las trabajadoras migrantes del hogar en Líbano.

En sus numerosas hojas explican que los migrantes que se emplean en el servicio doméstico en el Líbano proceden de Etiopía, Bangladesh, Sri Lanka, Costa de Marfil, Kenia y Filipinas.

"Si una trabajadora abandona su empleo sin permiso, se arriesga a perder la residencia y, por tanto, a ser detenida y deportada", indica la ONG.

Según Amnistía, todo esto provoca "la total dependencia de las trabajadoras hacia sus empleadores y fomenta la explotación".

Para la realización del informe se entrevistaron a 32 empleadas del hogar, diplomáticos, funcionarios y responsables de organizaciones de derechos humanos.

Al menos cuatro mujeres aseguraron haber sido víctimas de trata y todas afirmaron que en algún momento habían sido insultadas o privadas de comida.

Banchi, de Etiopía, fue "regalada" por el dueño de la agencia de contratación y estuvo seis meses sin cobrar por su trabajo. Le retiraron el pasaporte, de modo que no podía volver a su país hasta que no saldase una supuesta deuda.

"Todos los gobiernos de Líbano han cerrado los ojos ante esta trágica realidad, que ha convertido miles de hogares en auténticas cárceles para estas mujeres", lamentó el director de AI en Oriente Medio y Asia, Heba Morayef.

A pesar de todo, muchas de estas trabajadoras siguen luchando sin descanso por el reconocimiento de sus derechos. Sin embargo, cuando un grupo de mujeres del servicio doméstico formaron un sindicato en 2015, el primero de su clase en la región, el entonces ministro de Trabajo lo consideró ilegal. Algunas de sus organizadoras fueron incluso deportadas.