Brasil era ayer pura laceración e impotencia después de vivir la peor tragedia aérea de toda su historia y de toda la región en la que, según las primeras estimaciones, perdieron la vida más de 200 personas. El Airbus A320 de TAM (Transportes Aéreos del Mercosur), la principal compañía aérea de este país, se estrelló en la noche del pasado martes contra un edificio colindante con el aeropuerto de Congonhas de Sao Paulo. Los 176 pasajeros y los 10 tripulantes que viajaban a bordo del aparato siniestrado fallecieron de inmediato ferozmente devorados por el fuego. Decenas de personas que se encontraban en aquel momento en ese edificio podrían correr el mismo destino. La lluvia azotó a la megalópolis durante el lunes y el martes y ese no era un buen presagio en Congonhas. El avión de TAM que venía procedente de Porto Alegre patinó al intentar aterrizar. El piloto no consiguió frenar. Para evitar la desgracia en ciernes, intentó entonces remontar vuelo. La maniobra fracasó. El Airbus atravesó la avenida Washington Luis, chocó contra el edificio comercial de TAM cercano a una gasolinera y explotó. HUMO Y OLOR A QUEMADO Durante la mañana de ayer, las volutas de humo todavía ensombrecían el escenario de la catástrofe. El olor a plástico quemado, combustible y carne chamuscada golpeaba los sentidos. Mientras, los equipos de rescate trabajaban en medio de los escombros en la recuperación de los cuerpos. Unos 165 cadáveres pudieron ser enviados al Instituto Médico Legal de Sao Paulo, todos carbonizados. El presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, decretó luto nacional de tres días y ordenó a la policía federal que investigue si la pista del aeropuerto cumplía con "las normas técnicas legales de seguridad". Una de las cajas negras del Airbus A320 será por lo pronto examinada en Estados Unidos. La empresa aseguró ayer que el avión se encontraba en "perfectas condiciones" de mantenimiento.NEGLIGENCIAS "Sospecha de negligencia", aseguró el diario Correo Braziliense. La suspicacia no era ociosa. El pasado lunes, un avión perteneciente a la empresa Pantanal derrapó en Congonhas y fue a parar al césped con el resultado de dos neumáticos reventados. Y ya hace dos semanas, una nave de TAM y otra de Gol rozaron sus alas. La pista principal de este aeropuerto estuvo 45 días en reparación. Sindicatos, pilotos y especialistas en aeronáutica denunciaron conjuntamente que la pista se abrió a finales de junio sin que se hubieran terminado. Aún faltaba garantizar que el agua evacuara en caso de lluvia. El Centro Nacional de Investigación y Prevención de Accidentes reclamó que se suspendieran los vuelos en caso de tormenta. "En invierno casi no llueve", fue el único comentario al respecto por parte de las autoridades de Infraero, el organismo estatal que se encarga del control de los aeropuertos en el país. En octubre pasado, un avión de Gol cayó en el Matto Groso depués de sufrir un choque en el aire contra un jet particular. Murieron 158 personas. Este accidente descorrió el velo de la crisis de la seguridad aérea en Brasil. Fallos en los radares y en el sistema de radio se habían convertido en comunes. Pocos días después de aquel sonado desastre, los controladores iniciaron una huelga y los aeropuertos cayeron en el caos.COSTES POLÍTICOS El presidente Lula exigió a sus subalternos una "fecha, día y hora" para anunciar el final a un problema que auguraba lo peor. El accidente del martes tendrá inevitables costes políticos para el Gobierno, entre otras cosas porque Infraero se encuentra bajo la órbita estatal. La despreocupación previa por parte de las autoridades alcanzó niveles que rozaron el paroxismo. En este sentido, todavía resuenan las recientes recomendaciones realizadas por la ministra de Turismo, la sexóloga Martha Suplicí, a los crispados pasajeros: "Relajarse y gozar" de los vuelos. Por su parte, el ministro de Hacienda, Guido Mantega, fue aún más atrevido en su diagnóstico. La saturación de los aeropuertos se debía al incremento del número de viajeros. "Es el precio del éxito", dijo.