Las familias volverán a levantar sus casas, las grandes empresas reconstruirán los hoteles con piscinas y palmeras. Los aeropuertos, los mercados, los trenes volverán a funcionar con regularidad. Es sólo cuestión de tiempo y de millones de euros. Lo que realmente es una tarea hercúlea y sin precio es la reconstrucción mental de los supervivientes. El impacto psicológico que ha causado el maremoto es tan grande que algunos niños cuando beben agua lo primero que hacen es gritar "¡Mamá, mamá!".

Lo explicó ayer el presidente de Cruz Roja Internacional, Juan Manuel Suárez del Toro en Yakarta, Indonesia, el país que ha sufrido las peores consecuencias del tsunami y que ha perdido a más de 100.000 personas. Suárez del Toro advirtió de que la atención psicológica es en estos momentos la principal faceta a tener en cuenta.

"Tenemos 650.000 refugiados que están en una situación emocional muy inestable", afirmó Yulizar Darwis, que encabeza la división de salud mental del Ministerio de Sanidad de Indonesia. "Deberíamos poder tratarlos a todos, si no, creemos que entre el 20% y el 50% tendrán problemas mentales muy serios". A este grave peligro hay que sumar que la mayoría de ellos nunca habían oído hablar de "ayuda psicológica". Un tabú que dificulta todavía más el trabajo de los especialistas. "Los expertos nunca les dicen explícitamente que tienen problemas mentales", explicó el ministro Darwis. "Simplemente se acercan a ellos en los campos de refugiados e intentan hablar con ellos del asunto".

Las situaciones vividas el pasado 26 de diciembre por los supervivientes dejan huellas que son muy difíciles de borrar. Vieron morir a sus familiares arrastrados por el agua, miles de niños perdieron a sus padres y muchos padres tuvieron que elegir a qué hijo salvar y aguantar con sus brazos. "Sufren un sentimiento de culpa muy acentuado por estar vivos", aseguró la ONG Ayuda en Acción, y ahora no son capaces de reanudar una vida normal, ir a la escuela o concentrarse en el trabajo.

Insomnio y depresión

Los voluntarios en Aceh explicaron que los supervivientes sufren lo que los psicólogos occidentales llaman "desorden postraumático", cuyos síntomas pueden ser el insomnio, la depresión, la cólera o la desesperación. Además, hay que estar atentos, advierten los especialistas, a aquellos supervivientes que ahora mismo no sufren ninguno de estos problemas, porque también están en peligro. "Cuando ocurre una tragedia, algunas veces los problemas no emergen inmediatamente", explicó Seto Mulyadi, un psicólogo infantil, jefe de la Comisión Nacional Indonesia para la Protección del Niño. "Pueden aparecer años después".