La fractura que ha marcado los destinos del Partido Demócrata en los últimos cinco años, desde que un quijotesco socialista de Vermont se inventara de la nada el mayor movimiento de masas en la izquierda estadounidense en muchas décadas, se cerró momentáneamente el lunes con el discurso de Bernie Sanders en la convención del partido. Sin renunciar al camino labrado por los suyos ni dar por finiquitado su movimiento, el viejo senador de 78 años ofreció su respaldo sin matices a Joe Biden para derrotar a las fuerzas de la codicia, la oligarquía y el odio en noviembre. Juntos debemos construir una nación más equitativa, compasiva e inclusiva. Y yo sé que Biden se implicará en esa lucha desde el primer día, dijo Sanders en una muestra de confianza hacia su antiguo rival.

No fue una capitulación, sino más bien una tregua que ha ido fraguándose desde que el socialista reconociera el pasado 8 de abril su derrota en las primarias demócratas. Desde entonces ambos campos han trabajado con discreción para tratar de acomodar algunas demandas de la izquierda en la agenda del candidato. La gente de Biden fue muy inteligente durante el período de transición. Se acercaron al entorno de Bernie y Elisabeth Warren. Abrieron un diálogo a través de varias mesas de trabajo que ha acabado reflejado en el programa, dice Roger Hickey, codirector de Campaign For Americas Future, una organización cercana a la izquierda del partido. Nadie ha conseguido todo lo que quería de Biden, pero al final los progresistas odian a Trump tanto como el resto y la prioridad pasa por acabar con su presidencia.

UN PROGRAMA TRABAJANDO

Del programa se han quedado fuera las demandas más grandilocuentes de la izquierda, como el Green New Deal, la abolición de ICE (la agencia que se encarga de expulsar a los inmigrantes irregulares) o la sanidad pública universal. Pero Biden ha hecho suyas otras propuestas como el salario mínimo de 15 dólares, la transición hacia las energías renovables o el incremento del parque de vivienda asequible. No todo el mundo está contento, como demuestra que hasta 700 delegados de Sanders y Warren se hayan comprometido a votar en contra del programa del partido. Incluidos los congresistas Rashida Tlaib o Ro Khanna, pero será un voto simbólico incapaz de prevenir su aprobación.

A la hora de reflejar las preocupaciones de la izquierda, sigue prevaleciendo la moderación. Eso significa que seguiremos anclados en el estatus quo de los últimos años y la gente continuará sufriendo, afirma la portavoz Brand New Congress, Zeynab Day, una organización muy cercana a Alexandria Ocasio-Cortez, para expresar su descontento. Sanders no tiene ninguna intención de abandonar su escaño de senador ni renunciar a un movimiento que no deja de crecer en el Congreso, pero en mayo anunció que no volverá a liderar a la izquierda dentro de cuatro años. No está claro quién recogerá el testigo, aunque Ocasio-Cortez tiene muchos números para hacerlo.

CERRAR FILAS

La ultraizquierda no votará por Biden, pero es un grupo pequeño, dice Hickey. El resto tratará de cerrar filas con la esperanza de que se recompense su cooperación en un eventual Gobierno demócrata. Tenemos que trabajar duro para elegirle y después presionarle para que sea mejor que Obama y Clinton. Hemos tenido muchos políticos que sonaban a populismo, pero acabaron siendo una decepción, opina el estratega de la izquierda del partido.

El populismo no tiene en Estados Unidos las mismas connotaciones peyorativas que en Europa y el punto de partida para meter mano en esa potencial Administración Biden es mucho mejor que el que existía con Hillary Clinton. Sanders se lleva mucho mejor con su viejo camarada del Senado, al que ha definido reiteradamente como "un hombre muy decente".