Tres activistas hongkoneses se enfrentan a penas de hasta cinco años de cárcel tras haberse declarado culpables de intervenir en el largo y violento asedio a una comisaría durante las protestas del pasado año en la excolonia. El tribunal ha ordenado mantener en custodia a Joshua Wong, Ivan Lam y Agnes Chow hasta que la sentencia sea publicada el próximo miércoles.

Los dos primeros han cambiado su declaración antes de que empiecen los seis días de fase oral del juicio tras haber sido convencidos por sus abogados de que era la opción más razonable. Wong ha admitido que organizó una asamblea ilegal e incitó a sumarse a las masas. Lam también ha reconocido el cargo de incitación mientras Chow ya se había declarado culpable con anterioridad.

Los hechos que se juzgan esta semana corresponden sólo al 21 de junio pero los ataques a las comisarías integraron la liturgia cotidiana de las protestas. Los manifestantes se arremolinaban frente a las instalaciones para impedir la entrada y salida de los agentes, lanzaban huevos y piedras y prendían incendios en sus puertas. Los activistas antigubernamentales y la policía se enfrentaron durante siete meses en las calles de la excolonia intercambiándose gases lacrimógenos por ladrillos y cócteles molotov hasta que el cansancio, el coronavirus y la nueva Ley de Seguridad promulgada desde Pekín devolvieron la calma.

Acortar las penas

"Aunque son culpables, espero que el tribunal tenga en cuenta su grado de participación en los hechos", ha manifestado el abogado de dos de los acusados. Los tres daban por descontado que acabarían en la cárcel y han ajustado su estrategia procesal para conseguir condenas más cortas. A los acusados les ha beneficiado que los hechos se produjeran antes de la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Nacional, que prevé incluso la cadena perpetua para la versión más agravada de esos cargos. La ley, que también condena el independentismo y la colaboración con fuerzas extranjeras, aconsejó a Wong disolver a la carrera Demosisto, su formación política.

"Nuestro caso es relativamente irrelevante", ha dicho hoy a las puertas del juzgado. "Bajo la continuada campaña de represión contra los ciudadanos de Hong Kong, generaciones de jóvenes van desde las protestas a la prisión para salvaguardar la libertad del lugar en el que nacieron", ha continuado.

Wong es un viejo conocido de la escena activista y política hongkonesa a pesar de sus escasos 24 años. Se inició en su adolescencia en campañas sociales y pronto derivó a la lucha contra la influencia creciente del interior en los asuntos locales. Labró su reputación como líder durante la Revuelta de los Paraguas, micrófono en mano entre la masa, en aquel movimiento de un lustro atrás de cuyas brasas surgieron las protestas del pasado año. Ha pasado ya por la cárcel y es tan glosado como indesmayable luchador por la libertad por una mitad de la población como denostado por la otra, que lo ve como un agente al servicio de las potencias extranjeras para desestabilizar Hong Kong y no le perdona sus negativas a condenar ni siquiera los episodios más violentos de los manifestantes.

Las pasadas protestas sacrificaron el liderazgo para eludir las condenas pero la prensa extranjera seguía recurriendo a su mediática figura y era complicado sacarle unos minutos entre el aluvión de solicitudes.

Wong es otro síntoma de la irresoluble polarización social. Unos agradecen que la Ley de Seguridad haya llevado el sosiego a un territorio que se consumió en llamas durante casi un año, con peleas casi diarias que devastaron la economía y la convivencia. Otros la juzgan como el último clavo en el ataúd de la fórmula “un país, dos sistemas” que blindaba las libertades y derechos que la singularizan del resto de China.