Visto lo visto está claro que si Trump pierde las elecciones no va a poner nada fácil eso de hacer las maletas y dejar la Casa Blanca. De hecho ya ha puesto en marcha su ejército de abogados para presentar una dura batalla judicial que se presume larga y de resultado incierto, lo que va a contribuir a incrementar la incertidumbre y la desestabilización política del país.

Trump, quien se autoproclamó vencedor solo horas después de cerrar los colegios electorales, ha anunciado que llevará los resultados de algunos estados a la justicia. "Iremos al Tribunal Supremo. Queremos que pare todo el proceso de votación", anunció tras acusar a los demócratas, sin prueba alguna, que estaban preparando un "fraude electoral". Lo de fraude electoral y lo de la gran desconfianza en el voto por correo más de 62 millones, la mayoría demócrata- no es nada nuevo. Hace tiempo que el presidente en funciones lanzó el primer mensaje. Probablemente ya vio entonces, en plena crisis de la pandemia y con la economía -uno de sus grandes éxitos de presidencia- en caída, que los comicios de noviembre no iban a ser un paseo.

Formado por nueve jueces, la máxima instancia judicial del país es el intérprete último de la Constitución y tiene la autorización para avalar o no un proceso electoral puesto en duda. El Alto Tribunal es un órgano que está fuertemente politizado, ya que los magistrados se eligen en un proceso muy controlado por el presidente del país a quien la Constitución le otorga el poder de designar a sus componentes. El cargo es ratificado después por el Senado.

Los puestos son vitalicios y los miembros son sustituidos por incapacidad por temas de salud o en caso de fallecimiento. Así ocurrió el pasado septiembre, con la juez progesista, Ruth Bader Ginsburg, que fue remplazada por Amy Coney Barrett como nuevo miembro, con lo que Trump se aseguró así una abrumadora mayoría conservadora en el tribunal, de 6 a 3. El mandatario se dio prisa para el relevo, por obvias razones no quiso esperar a después las elecciones, por temor a perderlas, y Barret fue ratificada por el Senado con 52 votos a favor y 48 en contra, solo 40 días después del fallecimiento de Ginsburg. Durante sus cuatro años de mandata también tuvo la oportunidad de elegir a otros dos magistrados, Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, al igual que Barret de la linea conservadora más dura.

Antecendente Bush-Al Gore

De llegar hasta el Supremo la batalla por los votos votos no sería la primera vez que ocurre en la historia del país. En fecha, reciente, la elecciones presidenciales del 2000, en las que se disputaban la Casa Blanca el republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore, el tribunal intervino en la disputa de los votos en Florida, que fue muy ajustado, de una diferencia de tan solo 537 papeletas. Al Gore exigió entonces un nuevo recuento en una serie de condados, pero Bush se opuso.

La batalla legal duró cinco semanas, en la que estuvieron implicados varios tribunales. Uno de Florida dio la razón a los republicanos, pero el Supremo del estado rectificó el dictamen y ordenó entonces volver a contar los votos. Fue entonces cuando Bush decidió acudir al Tribunal Supremo federal, que el 9 de diciembre de ese año ordenó que se detuviera el conteo, ya que tiene capacidad de rectificar las decisiones de los tribunales estatales, al considerar anticonstitucional los recuentos manuales.