La definición de embrollo de la Real Academia Española tiene tres acepciones: enredo, confusión, maraña; embuste; y situación embarazosa, conflicto del cual no se sabe cómo salir. Las tres hacen falta para entender la polémica que desde hace una semana marca Estados Unidos, con Donald Trump, presidente y comandante en jefe, enfrentado a Myeshia Johnson, la viuda de uno de los cuatro soldados estadounidenses muertos el día 4 en una emboscada en Níger.

Ayer, en su primera entrevista pública, la viuda del sargento La David T. Johnson aseguró que Trump «no podía recordar el nombre» de su marido cuando le llamó el martes pasado. Denunció también que el tono del presidente, que le dijo que el militar «sabía a lo que se apuntaba» cuando se alistó, la dejó «enfadada» y «descompuesta y dolida». «Me hizo llorar aún más», declaró Johnson, embarazada de seis meses y con otros dos hijos.

El testimonio de la viuda ha corroborado la información sobre la llamada que hizo pública la congresista de Florida Frederica Wilson, presente cuando el presidente llamó. Y es una reivindicación de la representante demócrata, a la que Trump y otros en su Administración llevan toda la semana atacando, incluyendo acusaciones que se han demostrado falsas.

El caso se ha convertido en otro quebradero de cabeza para Trump. Vuelve a poner de manifiesto su dificultad para mostrar empatía y reaviva las críticas por su falta de respeto a las familias de militares fallecidos. Pero, además, confirma que para él es aparentemente imposible pedir disculpas o asumir un error.

Tras la emisión de la entrevista con Johnson, Trump volvió ayer a Twitter, esta vez no para atacar a la congresista Wilson como había hecho en los últimos días (incluyendo el del funeral de Johnson), sino para contradecir a la viuda. «Tuve una conversación muy respetuosa con la viuda del sargento La David Johnson y pronuncié su nombre desde el principio ¡sin dudar!», escribió.

No parece que Trump tenga intención de cambiar el rumbo en esta controversia que él contribuyó a politizar. El lunes 16 cuestionó que Barack Obama y otros predecesores llamaran a familiares de militares (algo falso). Luego personalizó usando el caso de John Kelly, el general retirado que es su jefe de gabinete, que perdió en el 2010 a un hijo en Afganistán y que el jueves protagonizó una emotiva pero controvertida rueda de prensa, en la que, entre otras cosas, mintió sobre la congresista Wilson (Kelly tampoco se ha disculpado).

La polémica, además, puede crecer. Los interrogantes sobre lo ocurrido en Níger y con el cadáver de Johnson, que tardó dos días en ser localizado, se acumulan. Hay abierta una investigación en el Pentágono y se reclaman respuestas desde el Congreso. Y la viuda denuncia que no le dejaron ver el cadáver. «No sé qué hay en ese ataúd», ha dicho. «Podría estar vacío».