La tensión que comenzó a mediados de mes en Portland con el envío por parte de Donald Trump de agresivos agentes federales y que este fin de semana ha propagado protestas y enfrentamientos con más episodios de violencia por otras ciudades de Estados Unidos amenaza con escalar aún más. La Administración Trump ha decidido reforzar la presencia federal en la urbe de Oregón con al menos 100 agentes de los US Marshal y el Departamento de Seguridad Nacional estudia también el envío de otros 50 efectivos de la Patrulla Fronteriza según ha revelado este lunes 'The Washington Post'.

Los pasos confirman la determinación de Trump por redoblar su campaña de "ley y orden" y su experimento autoritario como eje central de su campaña en busca de la reelección en noviembre, un esfuerzo que múltiples voces advierten que está movido solo por intereses electorales y que se denuncia que solo contribuirá a empeorar la situación en las calles.

Sin confirmación oficial desde el gobierno sobre la exclusiva del 'Post' no está claro todavía si el nuevo contingente dará relevo o se sumará al ya desplegado, pero sí se sabe que a diferencia de los primeros Marshals enviados los de esta segunda orden no están formados específicamente en control de masas o respuesta a revueltas. En cualquier caso, tanto su despliegue como el potencial de los de agentes de fronteras podría más que doblar la presencia de fuerzas federales en Portland y va en contra de los ruegos y demandas (incluyendo en los tribunales) de las autoridades locales, que rechazan la escalada.

FOCO LEJOS DE LA PANDEMIA

Trump hace oídos sordos a esas demandas. A 100 días de las elecciones está interesado en hacer de las protestas un eje de la conversación nacional, contrapeso a las críticas a su gestión y respuesta en una pandemia de coronavirus de brutales efectos sanitarios y con un impacto económico que tiene a millones al borde del precipicio.

Stuart Schrader, que enseña en la Universidad Johns Hopkins y es autor de Badges without borders, un libro sobre la formación militar de la policía en tácticas contra la insurgencia, advertía hace unos días en una entrevista telefónica de que "Trump iba a seguir presionando para ver hasta dónde puede llegar”. “Cada vez que hace algo hay resistencia de los ciudadanos, la prensa, los activistas... pero eso no necesariamente significa que vaya a dejar de hacerlo. De hecho, se alimenta de esa resistencia”, decía, y predecía que las acciones federales se volverían “más temerarias y peligrosas y más gente se verá atrapada en ellas”.

ARMA DE DOBLE FILO

Las últimas 48 horas le han dado la razón. Las manifestaciones se han extendido. La respuesta federal se ha hecho más dura y también los episodios vandálicos y violentos de enfrentamiento con las fuerzas del orden. Y el momento se presenta como un arma de doble filo para todas las partes.

Los manifestantes corren el riesgo de que se difuminen las reivindicaciones por la justicia racial que dominaron el movimiento civil tras el caso de George Floyd y le ayudan a Trump a satisfacer su propia profecía de anarquía, una que exageró cuando la abrumadora mayoría de las protestas eran pacíficas para justificar sus acciones.

El presidente, por su parte, corre el riesgo de que se identifique la tensión disparada con su presidencia. Él se esfuerza en denigrar a todos los manifestantes, pacíficos o no, como anarquistas; acusa a grupos ciudadanos como el muro de madres que ha tratado en Portland de proteger a manifestantes de ser un timo y su campaña se ha gastado ya 26 millones de dólares en emitir un anuncio de terror distópico de una sociedad sin policía bajo la potencial presidencia de Joe Biden. Pero el demócrata, al que martillea repetidamente con acusaciones falsas de abogar por eliminar la financiación a la policía, no es el presidente ahora.

Las encuestas, además, lanzan advertencias al republicano. Algunos grupos de estadounidenses confían más en Biden que en Trump para lidiar con cuestiones de crimen y seguridad; un 12% más en el caso de votantes con titulación universitaria y 21% en el caso de mujeres dentro de ese grupo según un sondeo de The Washington Post y ABC; un 11% en el de votantes de suburbio según otra encuesta de Yahoo News-YouGov, 17% cuando responden mujeres.