Desde que Donald Trump llegó a la presidencia de EEUU las relaciones trasatlánticas están definidas principalmente por un adjetivo: complicadas. Y en ese telón de fondo, aunque con algunos elementos alterados por sus acciones más recientes en cuestiones como la recrudecida guerra comercial con China o la escalada de tensiones con Irán, se enmarca el viaje que el mandatario inicia este lunes a Europa, la octava ocasión en que pisa el viejo continente y que, esta vez, incluye una esperada visita al Reino Unido e Irlanda y la participación en Francia en los actos del 75º aniversario del desembarco de Normandía.

«Los europeos tienen pocas ilusiones de que Trump cambie de parecer. Se trata ahora de gestionar la relación más que de intentar mejorarla en los próximos dos años», reflexiona en una entrevista telefónica Erik Brattberg, experto en la relación trasatlántica y en política europea en el laboratorio de ideas Carnegie Endowment for International Peace de Washington.

PLAN DE DEFENSA EUROPEO / Se da por seguro que en lo alto de la agenda de Trump llegan la ya tensa relación comercial y las presiones sobre las relaciones europeas con China e Irán, además de su respaldo en el Reino Unido a la agenda del brexit y, en forma más general, el apoyo a los populismos europeos, que han conseguido más poder que nunca en el Parlamento europeo.

Y aunque las habituales reclamaciones a los aliados europeos sobre el gasto militar y las contribuciones a la OTAN prometían diluirse algo en esta ocasión al visitar Trump, justamente, dos países que cumplen su objetivo de destinar el 2% del PIB a Defensa, las tensiones se han disparado en el último mes por las exigencias de Washington de influir en el plan de defensa europeo.

Esa presión incluye amenazas de dejar de vender armamento y tecnología militar a Europa si no se cambia el lenguaje legislativo incluido tanto en el propuesto Fondo Europeo de Defensa, que estaría dotado con unos 14.000 millones de dólares, como en los programas de Cooperación Permanente Estructurada, dos proyectos que Europa podría votar este mismo mes.

Estados Unidos ve algunas de las provisiones de los borradores como «píldoras envenadas» destinadas a «excluir cualquier compañía que usa tecnología de origen estadounidense» y ha amenazado con imponer «restricciones recíprocas». «La meta última de Trump en Europa es económica», explica Brattberg, que añade: «Quiere lo que ve como una relación más equitativa y busca que los países europeos lidien con algunas de sus preocupaciones, como los superávits comerciales o impulsar más inversión en EEUU».