A Donald Trump le sobran kilos, no hace ejercicio regularmente y toma medicación para el colesterol. Hillary Clinton tiene una neumonía “bacteriana leve no contagiosa”, que está tratando con antibióticos, y también se medica contra las alergias y para prevenir coágulos sanguíneos. Esas son las principales conclusiones de los breves informes médicos que ambos candidatos han presentado después de que la indisposición de la aspirante demócrata durante los actos de conmemoración del 11-S en Nueva York convirtieran la salud de los contendientes en el centro de atención de la campaña. A menos de dos semanas para el primer debate presidencial, los sondeos se están igualando. Trump ha recortado la cómoda ventaja que Clinton arrastraba desde la Convención Demócrata.

Después de tres días en el dique seco para recuperarse de la neumonía, la exsenadora ha vuelto este jueves a la carretera con la intención de dejar atrás la mala prensa que le persigue últimamente. “Estoy muy contenta de haber seguido finalmente las órdenes de mi doctora y haberme tomado unos días para descansar en lugar de seguir empujando, algo que es muy común en mucha gente”, dijo esta mañana en una entrevista en televisión. Su ventaja en las encuestas se ha evaporado tras dos semanas aciagas, que comenzaron con la publicación de los detalles de la investigación del FBI sobre la gestión negligente que hizo de sus correos electrónicos como secretaria de Estado y siguieron con el diagnóstico de la neumonía, ocultado inicialmente por sus asesores.

Todos esos factores, unidos a una mayor disciplina de Trump a la hora de no salirse del guion, han contribuido a que se hayan evaporado los ocho puntos de ventaja que consiguió en las encuestas tras la Convención Demócrata de finales de julio. Esa diferencia ha quedado reducida a menos de dos puntos, según la media de los sondeos recogida por RealClearPolitics. En estados decisivos como Florida y Ohio, Trump va por delante, aunque es su rival quien sigue teniendo un camino más fácil para conquistar los 270 votos electorales que abren las puertas de la Casa Blanca.

Necesitada de aplacar cuanto antes las dudas sobre su salud, objeto de toda clase teorías conspiratorias y burlas jocosas en la red, Clinton hizo público un informe de dos páginas firmadas por su médico de cabecera. El documento sostiene que tiene el colesterol y los triglicéridos en niveles normales o que se sometió recientemente sin problemas a una mamografía. La exprimera dama de 68 años toma antihistamínicos para las alergias, suplementos vitamínicos cuando es necesario, hormonas para un problema de tiroides y un anticoagulante para mejorar la circulación y prevenir embolias como la que sufrió en el 2012.

La carta de la doctora Lisa Bardack concluye diciendo que “se está recuperando bien (de la neumonía) con antibióticos y reposo” y “se mantiene saludable y preparada para servir como presidenta de Estados Unidos. Esta misma tarde interviene en un mitin en Carolina del Norte, un estado de tradición republicana que en este ciclo electoral podría cambiar de color y ser decisivo, para cerrar la jornada en Washington junto al presidente Barack Obama en un acto con la comunidad hispana. Al subir al avión en Nueva York, se la ha visto sonriente y con buena cara.

Esta está siendo una campaña atípica en todos los sentidos. Normalmente los candidatos pelean por chupar cámara, apoyándose en la premisa de que las audiencias acaban traduciéndose en votos, pero esa lógica parece haberse roto en esta campaña. “No olvidemos que estos son los candidatos a la presidencia más impopulares de la historia moderna”, escribe Chris Cillizza en el 'Washington Post'. “Cuando eres impopular, lo mejor que puedes hacer es tratar de no estar todo el día enfrente de la gente porque les recuerdas lo que no les gusta. Y Clinton ha estado mucho más en el candelero últimamente que Trump”.

Desde que la experta republicana en demoscopia Kellyanne Conway se puso al frente de su campaña a mediados de agosto, Trump ha modulado su mensaje y ha adoptado una actitud más respetuosa. Últimamente tiende a leer sus discursos y ha reducido las estridencias, como demostró al desearle una pronta recuperación a Clinton después de que se hiciera pública su neumonía. Más que autoinfligido, el daño ha venido de fuera. Como en los correos filtrados del exsecretario de Estado Colin Powell, quien lo describió como “una desgracia nacional y un paria internacional”. Al republicano, sin embargo, no debería concedérsele ninguna autoridad moral porque fue uno de los arquitectos de la guerra de Irak.

También este miércoles, el demócrata Harry Reid lo definió como “una sanguijuela humana que le chupará la sangre a EEUU”. Epítetos al margen, el neoyorkino estuvo el miércoles en el popular programa del doctor Mehmet Oz para grabar una entrevista que debe emitirse este jueves y presentar los resultados de su último chequeo médico, unos resultados que caben en una solo página.

Según miembros del público entrevistados más tarde, Trump dijo que quiere perder 7 kilos (pesa 107) y que se medica contra el colesterol. En el informe no hay indicios de que haya padecido ataques de corazón y los resultados del ecocardiograma son normales, según otras informaciones. Por poco que parezca, ya hay más ahí que en la fantochada de “informe” que presentó a finales de diciembre, cuatro párrafos en los que su médico concluía “de forma inequívoca” que, de ganar en noviembre, “Trump será el individuo más saludable en ser elegido nunca para la presidencia”.

Más tarde, el médico, Harold Bornstein, reconoció que redactó “el informe” en cinco minutos mientras esperaba en la limusina que su paciente le envió para recogerle fuera de su clínica.