La última guerra en la que se ha embarcado Donald Trump podría parecer un debate sobre patriotismo, libertad de expresión o deporte. Es, aunque esta vez no haya antorchas, esváticas o controvertidos mensajes de equidistancia moral como en Charlottesville, otro asunto de racismo.

La batalla, que se intensificó ayer con una llamada del presidente en Twitter a boicotear la Liga de Fútbol Americano (NFL), empezó el viernes, cuando en un discurso en la sureña Alabama Trump lanzó una andanada contra jugadores de esa liga que han hecho de una rodilla clavada en el suelo mientras suena el himno nacional una forma de protesta contra la brutalidad y los excesos policiales que castigan especialmente a las minorías.

El mandatario llamó «hijos de puta» a esos jugadores, cuyo emblema es Colin Kaepernick, el quarterback negro que puso en marcha el año pasado la protesta y que ha pagado con el ostracismo profesional su compromiso con el activismo político. Trump dijo que la liga debería «despedirlos», usando la expresión verbal en inglés «fire» y el gesto que popularizó en su reality show, que también sirve para disparar un arma. Y no le hizo falta mencionar la cuestión racial: exudaba su discurso cuando Trump hablaba ante una audiencia mayoritariamente blanca de «gente como ustedes» y «esa gente».

El combate no acabó ahí. El sábado Trump se lanzó contra otro atleta de élite negro, Stephen Curry. La estrella de los Golden State Warriors, campeones de la NBA, había explicado la víspera que en el vestuario tenían dudas sobre si querrían encontrarse con el presidente. Y Trump usó Twitter para retirar la invitación a Curry para acudir a la Casa Blanca.

En la misma red ayer el presidente pidió en un madrugador mensaje tanto el boicot a la NFL como el despido o suspensión de jugadores de distintas ligas que «falten al respeto a la bandera y al país», olvidando derechos como la libertad de expresión.

Una vez más, Trump ha logrado provocar una tormenta, arengar a sus bases más radicales y dominar la atención mediática. Ha conseguido también, no obstante, poner en su contra a gente que le ha apoyado hasta ahora, como algunos propietarios de equipos de la NFL (seis de los cuales donaron cada uno más de un millón de dólares para su toma de posesión), que han denunciado sus palabras. Incluso el comisionado de la liga, Roger Goodell, alérgico a las declaraciones políticas, ha emitido un comunicado criticando los «divisivos comentarios» del presidente. Trump ha dado también un impulso a las protestas. Las redes sociales ya el sábado se plagaban de mensajes de condena de otras estrellas deportivas como LeBron James.