La chavalería con banderas en el aeropuerto y las calles y la Ciudad Prohibida vaciadas para que ni atascos ni masas perturben su estancia. Donald Trump saboreó ayer la hospitalidad china en su primera jornada en Pekín. La segunda será más árida: negociará sobre asuntos delicados con muchas exigencias y poco que ofrecer. Los expertos adelantan que partirá el viernes con ampulosas declaraciones de intenciones, algún acuerdo comercial y la amistad robustecida con su homólogo, Xi Jinping.

El mundo vive uno de esos momentos en que confluyen una potencia declinante con otra pujante. La cumbre metaforiza ese contexto que los historiadores definen como la trampa de Tucídides. Trump llega con su popularidad en el sótano, acosado por el FBI, sin un segundo mandato claro y con la sombra del 'impeachment'. Xi acaba de ser coronado emperador, goza de la sumisión del partido y del cariño popular y no se atisba el fin de su reinado.

Sintonía con Xi

La prensa ha recordado que China no es un “aliado” como Japón y Corea el Sur y que la influencia de Estados Unidos topa aquí con un contendiente del mismo peso. “Es imposible que domine el mundo como domina a Japón”, advertía ayer el diario 'Global Times'.

Trump pisó todos los callos chinos durante la campaña electoral pero la 'real politik' le ha atemperado. Sin grandes activos con los que negociar, su gran baza es la sintonía con Xi. “Pronostico que China le mostrará mucho respeto y deferencia y que, como es habitual en su diplomacia, le tirará algunos huesos. Pero no espero grandes avances ni en comercio ni en otros campos”, resume Jonathan Sullivan, director del Instituto de Políticas Chinas de la Universidad de Notthingham.

Xi exigirá a Trump que no se desvíe del “principio de una sola China” en asuntos como el taiwanés y el reconocimiento de los derechos legítimos sobre las islas que levanta en el Pacífico. También agradecerá que adelgace su presencia militar en esas conflictivas aguas. Las prioridades de Trump son reducir el desequilibrio comercial y más brío con Corea del Norte. China ya se ha esforzado en lo segundo, con continuos recortes al comercio bilateral, y se antoja complicado que pueda presionar más sin provocar el colapso. Las importaciones norcoreanas cayeron un 38% en septiembre.

Desequilibrio comercial

Una cuarentena de rutilantes empresarios acompañan a Trump para firmar contratos en energía, aviación o servicios financieros. El acuerdo más esperado es el que empujará al gigante estatal China Petroleum Chemical Corp. a las zonas de Tejas más devastadas por los huracanes con inversiones millonarias y miles de puestos de trabajo. Pero se necesita mucho mas para arreglar el desequilibrio comercial. “Es tan alto y grande que da incluso vergüenza mencionar la cifra”, reconoció Trump días atrás. Fueron 347.000 millones de dólares el pasado año. Pekín ha recordado esta semana que no busca el superávit sino que viene impuesto por el mercado.

La fórmula china para reducirlo pasa porque Estados Unidos levante las restricciones a productos de alta tecnología, incremente la cooperación en investigación en áreas como la carrera espacial y se sume a iniciativas globales que apadrina Pekín como la Nueva Ruta de la Seda o el Banco de Infraestructuras e Inversiones Asiáticas. Es una paradoja cruel que la ley estadounidense impida venderle a China el armamento militar que sí atenúa el desequilibrio comercial con Corea del Sur y Japón. Esa maquinaria militar sería ideal para la ansiada modernización del Ejército chino.