La Casa Blanca y los republicanos que controlan el Senado funcionan ya en el escenario de que el impeachment tendrá lugar y centran ya su atención en la coordinación de planes y estrategia para esa parte del proceso, que se espera arranque a principios de año en la Cámara Alta.

Trump, a punto de convertirse en el tercer presidente de la historia de Estados Unidos tras Andrew Johnson y Bill Clinton sometido a un juicio político, y el primero mientras busca la reelección, lleva semanas manteniendo encuentros privados con congresistas, llevándolos a Camp David, montando en la Casa Blanca comidas y hasta un pase de The Joker. El presidente Richard Nixon dimitió antes de someterse al juicio político.

Ha sumado a su equipo a dos personas para guiar la estrategia y el mensaje. Y cuando concluyeron las vistas públicas del Comité de Inteligencia esos dos nuevos fichajes y varios de los principales asesores de Trump (incluyendo su yerno y asesor Jared Kushner y el jefe en funciones del gabinete, Mick Mulvaney) celebraron en la Casa Blanca una reunión con media docena de senadores para debatir esa estrategia.

Nada es definitivo pero parece descartada la idea de evitar en el Senado el impeachment desestimando los cargos que vote la Cámara Baja, para lo que se necesita solo mayoría simple. Los republicanos disponen de ella, con 53 escaños de 100, pero son conscientes de la mala imagen que daría esquivar así el juicio. Prefieren apostar porque se mantendrá la compacta barrera de protección al presidente que hace en este momento "inconcebible", como ha dicho el líder de la mayoría republicana Mitch McConnell, que se lograran los 67 votos necesarios para condenarle y destituirle.

"QUIERO UN JUICIO"

Trump ha expresado en privado que no quería llegar al 'impeachment' pero públicamente ha dicho lo contrario. Tras las vistas que dejaron testimonios demoledores contra él pero no han provocado prácticamente movimientos en la opinión pública ni han causado brechas en su partido, llamó a FoxNews y declaró: "Francamente, quiero un juicio".

Lo que les queda dilucidar a él y los republicanos es si prefieren uno rápido, con cálculos de poder solventarlo en dos semanas, o si les conviene alargarlo. La segunda es una opción con riesgos pero que podría dañar a los demócratas, que en febrero empiezan las votaciones para elegir a su candidato para 2020. No solo colocaría el impeachment en un lugar que los demócratas preferirían dedicar a temas que preocupan más a los votantes, sino que alteraría las campañas de los senadores candidatos Bernie Sanders, Elizabeth Warren, Cory Booker, Kamala Harris y Amy Klobuchar, que por ley tendrían que estar presentes en todas las sesiones del juicio político, seis días por semana.

En cualquier caso el control del Senado es un arma poderosa para los republicanos y para Trump. Aunque quien presidirá las sesiones del juicio será el presidente del Tribunal Supremo, el juez conservador John Roberts, los senadores de la mayoría tienen control casi total sobre los procedimientos y los testigos.

Se especula ya con que podrían convocar a Hunter Biden, el hijo del exvicepresidente y candidato Joe Biden, o intentar revelar la identidad del analista de inteligencia que facilitó que se abriera el proceso. Los republicanos podrán modular y dominar el relato. Y se augura que no solo convertirán las sesiones en una defensa de Trump y en una reivindicación de su inocencia, sino que las aprovecharán para retratarlo como víctima.