Estados Unidos dejará de ser miembro de pleno derecho de la Unesco, la agencia cultural, científica y educacional de Naciones Unidas. El Departamento de Estado anunció ayer formalmente la decisión alegando motivos financieros y las «continuas posiciones antiisraelís» de la organización.

La maniobra llevaba meses cocinándose y responde a la agresiva defensa que la Administración de Donald Trump está haciendo de Israel en todos los estamentos de Naciones Unidas. Su embajadora ante la ONU, Nikki Haley, se ha convertido en la nueva heroína de la derecha sionista con sus continuas denuncias del supuesto sesgo antiisraelí de la organización, a la que ha acusado de ser una plataforma para «acosar a Israel».

En cualquier caso, no es la primera vez que Washington rompe con la Unesco, la organización creada tras la segunda guerra mundial para fomentar la cooperación internacional en el ámbito de las ideas, el patrimonio cultural o la libertad de expresión. Ronald Reagan ya lo hizo en 1984, alegando entonces las supuestas simpatías del organismo hacia la Unión Soviética.

El divorcio duró hasta el 2002, cuando George Bush decidió reintegrar a su país en la Unesco. Pero las desavenencias no acabaron ahí. En el 2011, Barack Obama volvió a adoptar medidas drásticas, al suspender las contribuciones estadounidenses en protesta por la admisión de Palestina como Estado de pleno derecho.

Aquella decisión, que se justificó apelando a una ley aprobada por el Congreso, dejó a la Unesco sin el 22% de su presupuesto. Washington perdió su derecho al voto y vio sensiblemente reducida su influencia en el organismo. La factura, sin embargo, le siguió llegando regularmente y EEUU le debe hoy cerca de 500 millones de dólares, una sangría que la Administración Trump ha optado por cortar en seco.

La directora general de la Unesco, la búlgara Irina Bokova, «lamentó profundamente» la decisión estadounidense y dijo que supone «una pérdida para el multilateralismo». A partir del 31 de diciembre, Washington pasará a tener estatus de Estado observador no miembro.

El Departamento de Estado no ofreció demasiados detalles sobre la letra pequeña de su decisión, pero es conocido que algunas de las resoluciones más recientes de la Unesco han levantado ampollas en Israel y, por extensión, en EEUU, un país que sigue haciendo de su política exterior una subsidiaria de los intereses del Estado judío.

El pasado mes de julio declaró el casco antiguo de Hebrón como patrimonio palestino de la humanidad, una decisión que Israel interpretó como un rechazo a sus reclamaciones históricas sobre la ciudad, sagrada para el judaísmo y el islam. Hebrón alberga la mezquita de Abraham, también conocida como la Tumba de los Patriarcas en la terminología hebrea, y es uno de los símbolos más ominosos de la ocupación militar de Cisjordania. Varios centenares de radicales judíos viven incrustados entre 200.000 palestinos en el casco antiguo, controlado por el Ejército israelí.

TAMBIÉN SALDRÁ ISRAEL / Tras conocerse la salida estadounidense de la Unesco, el gobierno de Binyamin Netanyahu ha ordenado a sus diplomáticos que comiencen los trámites para retirar también a Israel del organismo. En la Administración Trump, Netanyahu ha encontrado al aliado que llevaba años soñando.

Se espera que esta misma semana Trump descertifique el acuerdo nuclear con Irán, una decisión que abriría el camino para que el Congreso restablezca las sanciones sobre el régimen de los ayatolás, lo que dejaría el pacto en un limbo con consecuencias imprevisibles para la estabilidad mundial.

No queda ahí la cosa. A finales de noviembre pasado, el embajador de EEUU en Tel-Aviv, David Friedman, afirmó que los asentamientos judíos levantados desde 1967 en los territorios ocupados palestinos son parte de Israel. El Departamento de Estado tuvo que aclarar que sus palabras no implicaban un giro en la postura histórica de Washington hacia las colonias, ilegales según el derecho internacional.

La Administración de Trump, a instancias de Israel, también bloqueó a principios de este año la designación del exprimer ministro palestino Salam Fayyad como enviado de la ONU para mediar en el conflicto de Libia.