Si hay que buscarle el lado positivo a cosas que aparente y posiblemente no las tienen, al menos habrá que reconocer al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, que no solo usa Twitter o discursos ante entregados seguidores para insultar. También lo hace a la cara.

El lunes, en una reunión que Trump mantuvo con unos 25 directivos y periodistas de televisiones, les llamó “mentirosos”, “falsos” y “deshonestos”. Se quejó de lo que considera que ha sido unacobertura “escandalosa” de su campaña. Y no llegó tan lejos como en otras ocasiones, como aquella en la que aseguró que losperiodistas representan “la forma más baja de humanidad”, pero echó tal rapapolvo a los presentes que uno de ellos ha explicado que la reunión fue “como estar ante un jodido pelotón de fusilamiento”.

UNIVERSOS PARALELOS

Si uno se cree a Kellyanne Conway, la mujer que gestionó la campaña de Trump, se diría que ese encuentro de algo más de 20 minutos en la planta 25 de la Torre Trump fue “cordial, franco, honesto y muy productivo”. Basta, no obstante, ir recopilando declaraciones que han hecho a distintos medios los periodistas y directivos presentes (anónimamente para respetar el off-the-record pactado) para imaginar algo muy diferente. “Totalmente inapropiado”. “Jodidamente escandaloso”. “Desastre total”. “Sin precedentes”.

No se trata de indignación por banalidades, como que Trump se quejara directamente a una directiva de NBC, por ejemplo, de que hubieran usado en su web una foto de él en la que se le ve con papada. Según le decía a The New Yorker uno de los participantes en la reunión, “parece que de verdad (Trump) no entiende la primera enmienda”, que reconoce, entre otras libertades, la de prensa. “No la entiende. Cree que se supone que debemos decir lo que dice y ya está”.

LA GUERRA CON EL 'TIMES' (Y CON LA VERDAD)

La idea de ese encuentro, al menos según el campo Trump, era “resetear” la relación con las televisiones y buscar, a partir de ahora, un trato “justo”, con la justicia entendida en palabras del propio presidente electo como sinónimo de “verdad”. Pero Trump no parece ser muy consciente de que ha tratado ese mismo bien, la verdad, como si tuviera propiedades elásticas. Y ha vuelto hacerlo este mismo martes, en la última vuelta de tuerca de su tensa relación conThe New York Times.

El diario y el presidente electo habían acordado una reunión para este martes, con una primera parte donde se vería con los propietarios, cuyo contenido no se podría hacer público, y una segunda, ya publicable, con periodistas y columnistas. Sobre las seis de la mañana, en su cuenta de Twitter, Trump ha anunciado que cancelaba el encuentro con el “fallido” diario, al que acusa de haber realizado una cobertura “imprecisa y con un tono ruin”.

Su argumento para la cancelación era que “las condiciones del encuentro se cambiaron en el último momento”. Pero lo que se ha sabido luego es que quien intentó cambiar las condiciones no fue el Times, sino él.

Al final, no obstante, ha habido encuentro, y no solo con un off-the-record, como quería Trump. Ha costado. Y esta puede ser la tónica.