Cerca de 210.000 personas han perdido la vida en Estados Unidos por covid-19. Casi siete millones y medio se han contagiado, incluyendo el presidente, Donald Trump, la primera dama, asesores, senadores y personal de la Casa Blanca. El mandatario, no obstante, ha vuelto a minimizar la gravedad y la seriedad de la pandemia. "No tengan miedo del covid. No dejen que domine sus vidas", ha escrito en Twitter en un mensaje triunfalista anunciando que este mismo lunes pretende abandonar el hospital militar Walter Reed en que fue ingresado el viernes y donde ha recibido tratamiento.

Trump ha colgado su polémico tuit poco antes de que compareciera ante la prensa su médico y el equipo que le está tratando, con cuidados que han incluido un cóctel de antivirales de Regeneron, tratamiento de cinco días con Remdesivir y dexametasona, un esteroide que entre sus efectos secundarios puede tener el de la euforia. Ha asegurado que se encuentra “realmente bien”, “mejor que hace 20 años”. Ha marcado las 18.30 horas como su momento de salida del hospital. Y ha presumido de que, bajo su Administración, se han “desarrollado grandes medicamentos y conocimiento”.

EXPLOTACIÓN ELECTORAL

El anuncio da una sacudida, otra más, al terremoto político que se inició cuando en la madrugada del jueves al viernes se anunció que el presidente había dado positivo. Y aunque se mantienen múltiples interrogantes sobre el estado de salud del mandatario, las últimas 48 horas han mostrado el intento de Trump y de su campaña de explotar electoralmente el contagio.

Se había demostrado ya el domingo por la tarde, cuando como había hecho el sábado colgó en Twitter un vídeo con un mensaje enérgico y, en una decisión que ha sido ampliamente cuestionada por expertos médicos e incluso por miembros del Servicio Secreto encargados de protegerle, Trump se dio un paseo en el coche presidencial blindado para saludar a los seguidores que se habían concentrado a las puertas del centro médico Walter Reed donde está ingresado desde el viernes.

Este lunes, desde antes de las siete de la mañana, ha reactivado con intensidad su actividad en Twitter con más de dos decenas de mensajes, incluyendo 15 colgados en 25 minutos en sus clásicas mayúsculas, llamando a votar tras mencionar las bolsas, el ejército, la fuerza espacial, la libertad religiosa o la segunda enmienda, entre otros temas.

Trump estaba ansioso por abandonar el centro médico militar y según fuentes de CNN este lunes ha estado diciendo en llamadas a allegados: “necesito salir de aquí”. Y detrás de sus movimientos y su ansiedad está su empeño por mostrar al país y al mundo que es funcional pero también, según fuentes de ‘The New York Times’, su sensación de “aburrimiento” y de “estar atrapado”.

Enganchado a la cobertura mediática, ha estado especialmente molesto por las especulaciones sobre su estado de salud (a las que han contribuido los mensajes propagandísticos de su equipo médico y la falta de credibilidad de la información que sale de la Casa Blanca). También, por las elucubraciones sobre un potencial traspaso de poderes en caso de que fuera necesario al vicepresidente Mike Pence, que ha tomado el papel central en los actos en persona en la campaña y que un día después del debate vicepresidencial del miércoles con Kamala Harrris en Utah ofrecerá un mitin en Arizona.

El mensaje directo que envía Trump sobre su contagio lo resumía el tuit de este lunes y el de su vídeo del domingo, en el que aseguraba que “ha sido un viaje muy interesante” y explicaba que ha “aprendido mucho del covid”, la enfermedad sobre la que, como presidente, lleva recibiendo información desde enero. “Esta es la escuela de verdad, no la de leer libros”, decía. “Sé lo que es. Lo entiendo. Y es algo muy interesante y os dejaré saber sobre ello”.

También su campaña ha dejado claro estar moviéndose con la idea de explotar electoralmente, bajo una inexplicable perspectiva positiva, el hecho de que el presidente se haya contagiado. “Tiene experiencia como comandante en jefe, como hombre de negocios y ahora luchando contra el coronavirus como individuo, Joe Biden no tiene esas experiencias de primera mano”, decía este lunes en FoxNews Erin Perrinne, portavoz de la campaña del republicano.

SIGUEN LOS CONTAGIOS

No se puede descartar que el osado enfoque de Trump y el presidente le de algún rédito político y ya ha encontrado eco en sus bases más fieles pero también está siendo ampliamente cuestionado, incluso desde dentro del Ala Oeste, donde continúa el goteo de positivos por covid-19 que evidencian las consecuencias del desprecio que hasta ahora el mandatario y sus más cercanos asesores han tenido por directrices sanitarias para contener el virus.

Este lunes se confirmaba el contagio de la secretaria de prensa, Kayleigh McEnany, que no se puso en cuarentena tras saber que había estado expuesta a una persona contagiada (Hope Hicks) y tanto el viernes como el domingo se quitó la mascarilla para dirigirse a los periodistas). También se ha informado del contacto de otros dos funcionarios del equipo de comunicación de la Casa Blanca y dos empleados domésticos. Y a la lista de contagiados que estuvieron en el acto el día 26 de presentación de la jueza Amy Coney Barrett como nominada para el Tribunal Supremo se había sumado el fin de semana un tercer senador republicano y este lunes lo ha hecho un reverendo.

Hay malestar creciente entre trabajadores del Ala Oeste por la falta de protocolos unitarios (aún no es obligatorio el uso de mascarillas) y de información. Y el malestar se ha elevado a indignación entre algunos agentes del Servicio Secreto, especialmente tras el paseo en coche que Trump dio alrededor del Walter Reed, por más que un portavoz asegurara que “se tomaron precauciones adecuadas para proteger al presidente y a todos los que le apoyan”. “Ni siquiera pretende ya que le importa”, denunciaba protegido por el anonimato uno de los agentes en 'The Washington Post'. “Nunca debería haber pasado”, decía otro a CNN. “La frustración con cómo se nos trata en lo que respecta a decisiones sobre esta enfermedad viene de antes. No somos desechables”.