Turquía y Armenia anunciaron ayer que han alcanzado un acuerdo para restablecer relaciones diplomáticas. Los dos países han estado enfrentados durante casi un siglo por las acusaciones del genocidio de 1,5 millones de armenios en 1915, bajo el imperio otomano. El ministro turco de Exteriores, Ahmet Davutoglu, afirmó que el acuerdo es parte de un proyecto que busca "la paz integral en el Cáucaso".

El ministro dejó abierta la puerta a una completa normalización con la apertura de fronteras y la presencia de embajadas, aunque condicionó tal acuerdo al reconocimientos de las actuales fronteras. El genocidio armenio no es el único problema. Las actuales fronteras están basadas en el acuerdo que Turquía firmó en 1921 con la entonces Unión Soviética, en la que Armenia estaba incluida como república, y el Gobierno de Ereván pone objeciones. Está, además, la ocupación por parte de Armenia del enclave de Nagorno-Karabaj, en Azerbaiyán, un país con fuertes lazos con Turquía. El presidente de Armenia, Serge Sargsián, aseguró que la normalización no exige como condición la solución del conflicto de Nagorno- Karabaj, que enfrenta a armenios y azerbaiyanos desde 1988.

EL HOLOCAUSTO En poder del imperio otomano desde el siglo XVI, a mediados del siglo XIX empezó a arraigar entre los armenios un sentimiento nacionalista que les hizo acercarse a Rusia. En la primera guerra mundial (1914-1918), Turquía se alineó con Alemania. Para evitar una insurrección civil armenia en favor de Rusia, el Gobierno turco detuvo, el 24 de abril de 1915, a 250 intelectuales armenios. Siguieron asesinatos, detenciones, torturas y desapariciones masivas. En dos años, la población armenia quedó reducida a la mitad. Hasta ahora, Ankara no ha querido reconocerlo.