«Turquía no es un hotel para los miembros del Estado Islámico [EI] de ningún país». Con estas palabras se quejó ayer el ministro del Interior turco, Süleyman Soylu, para pedir, mirando a las capitales europeas, que sus gobiernos repatríen a los yihadistas que fueron a luchar para el EI hace unos años. Ahora varios miles de ellos están en la cárcel, la gran mayoría, sin embargo, no en Turquía sino en manos de las milicias kurdosirias de las YPG.

Europa, hasta ahora, ha escurrido el bulto. Solo algunos países han aceptado niños cuyos padres los llevaron a Siria e Irak (Francia y Suecia). Otros, más duros -como es el caso de Gran Bretaña-, han rescindido nacionalidades a sus propios ciudadanos, algo ilegal si esa persona se convierte en un apátrida.

Dos mujeres holandesas han acaparado estos días los noticiarios en Turquía. Acompañadas de sus hijos, escaparon del campo para miembros femeninos y familiares de yihadistas del EI de Al Hol, y llegaron a Ankara. Allí, intentaron entrar a la embajada holandesa. Pero Holanda no acepta yihadistas que quieren volver. La embajada llamó a la policía turca. Las mujeres están detenidas.

Mientras, los problemas continúan. Ayer, 13 personas murieron al explotar un coche bomba en la ciudad de Tel Abiad.