El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha ordenado a sus guardacostas que impidan de nuevo el cruce de migrantes en dirección a las islas griegas, territorio europeo. La decisión llega una semana después de que el mandatario anunciara la apertura de sus fronteras a los inmigrantes que quisieran ir a Europa, coincidiendo con la muerte de soldados turcos que combatían en Idlib (Siria). Lo que sí prevalece es el paso franco a los migrantes por la vía terrestre en la zona limítrofe con el territorio griego.

«Por orden del presidente —ha indicado la Guardia Costera turca, en un mensaje divulgado a través de las redes sociales— ningún migrante está autorizado a atravesar el mar Egeo, por los riesgos que eso implica». No obstante, la decisión de «no impedir que los migrantes abandonen Turquía (por tierra) sigue siendo válida», precisaba el texto.

Mientras, el paso de Pazarkule, reconvertido estos días en un campo improvisado para miles de refugiados, se volvió a llenar por tercer día consecutivo de humaredas de gas lacrimógeno, agua disparada por cañones policiales y pelotas de goma, en la enésima respuesta de la policía griega a los tanteos para entrar, informó la emisora CNNTürk. En la zona acordonada no tienen acceso a agua potable para beber o lavarse y tienen que caminar unos tres kilómetros para poder comprar comida. Al menos dos personas han muerto y 164 han resultado heridas por disparos de la policía griega en la última semana, según informó el ministro de Interior turco, Süleyman Soylu.

El anuncio no llega únicamente a causa del alto al fuego acordado el jueves entre Rusia y Turquía en la provincia siria de Idlib. También se produce después de una conversación telefónica entre Erdogan y la cancillera alemana, Angela Merkel, en la que, según Reuters, el presidente turco se habría quejado por el acuerdo migratorio del 2016 entre la UE y Turquía, que redujo las llegadas de migrantes a territorio europeo. De acuerdo con esta versión, que no ha sido desmentida por Ankara, el Gobierno turco, que el año pasado lanzó una ofensiva en el norte de Siria, considera que el dinero entregado por la UE —unos 6.000 millones— para atender a la crisis humanitaria de los refugiados no es suficiente.

Al hilo de esto, el Alto Representante para la Política Exterior de la UE, el español Josep Borrell, comunicó que en junio se organizará una conferencia de donantes «para que comprometan más financiación humanitaria y al desarrollo de Siria y la región». No obstante, Borrell no ha querido abundar en la posibilidad que la UE se encuentre entre la espada y la pared con Turquía y deba aprobar una financiación adicional. Eso sí, ya esta semana Bruselas ha anunciado para este año unos 50 millones en fondos para proyectos de salud y protección humanitaria destinados a refugiados en Turquía.

Tensa espera / Sin embargo, la renovada entente entre Turquía y la UE ha pasado de momento inadvertida para el medio millar de migrantes —entre ellos mujeres y decenas de niños— llegados después del 1 de marzo a las islas griegas y que Atenas, en abierta violación del Derecho Internacional, pretende deportar, dado que por un mes no pueden pedir asilo. Un extremo que la UE no ha condenado. El buque de guerra en el que se encuentran, con diminutas escotillas y en cuya proa gris aparecen las siglas L177, continuaba este sábado en el puerto de Mitilini, la capital de Lesbos.

Fuentes policiales han admitido, de hecho, que el navío está a la espera de que mejoren las condiciones del mar. Cuando esto ocurra, salvo contraorden, estos migrantes serán trasladado al continente, para luego ser encerrados en un cuartel militar en el norte de Grecia. Un destino desgarrador, símbolo de la intransigencia europea, que estos migrantes aún desconocen.

«¿Adónde nos llevan? ¿Nos devuelven a Turquía? ¿Por qué no nos dicen nada?», preguntaba hoy uno de estos migrantes, con una herida en un ojo y haciendo el gesto de mantener las muñecas esposadas. «¡Manténganse humanos!», ha empezado a corear una mujer, a la que se han sumado otros tantos.