El binomio reparto de poder y dinero regresa este viernes a la mesa de los Jefes de Estado y Gobierno de la UE que por primera vez analizarán al más alto nivel cómo debe ser el nuevo escenario financiero y político tras el brexit. ¿Cuáles deben ser las prioridades en las que concentrar los limitados recursos financieros? ¿Cuanto dinero hay que poner en la hucha? ¿Quién y cómo debe elegir al futuro presidente de la Comisión Europea? o ¿cuántos escaños debe tener el nuevo Europarlamento?

Las preguntas son muchas y las respuestas pocas. La salida de Reino Unido de la UE cambiará radicalmente el club. De golpe el presupuesto europeo sufrirá un tajo importante, de entre 10.000 y 14.000 millones anuales, desaparecerán los 73 escaños británicos y con ellos todos sus altos cargos. El debate, que tendrá muy presente los drásticos recortes en fondos de cohesión y política agrícola común sugeridos por Bruselas, arranca con una cumbre informal -sin Theresa May- que tiene todos los ingredientes para reabrir viejas polémicas.

La primera de ellas el grado de ambición del nuevo presupuesto para 2021- 2027. La Comisión Europea sostiene que el agujero del 'brexi't y las nuevas prioridades -seguridad, inmigración o defensa- obligarán a elevar el presupuesto a cerca del 1,2% del PIB. Esto significa que los países contribuyentes netos -España lo será en el nuevo período- deberán poner más dinero. En Berlín están dispuestos pero no todos los grandes pagadores al presupuesto europeo coinciden.

"Diría que una mayoría de estados miembros apoyan la idea de aumentar el presupuesto europeo pero aquellos países que son escépticos están muy determinados, más que aquellos que apoyan un aumento del presupuesto", reconoce un alto cargo europeo. Entre los partidarios de la contención los de siempre: nórdicos, Austria y, sobre todo, Holanda cuyo primer ministro, Mark Rutte, ha prometido a su parlamento esforzarse "al máximo" para evitar cualquier incremento.

Ni líneas rojas ni consenso

En el otro lado, países como España o Francia, dispuestos a defender los fondos agrícolas y regionales de los recortes que vienen. "Hay prioridades clásicas que siguen siendo prioridades", apunta un diplomático. "Creemos que las políticas tradicionales pueden ser financiadas en su integridad", opina otro alto cargo. Del encuentro no saldrá ningún consenso, pero es una oportunidad para mostrar a la Comisión Europea -el 2 de mayo presentará propuestas legislativas- de cómo respiran los 27 líderes europeos y cuáles deben ser las prioridades.

También estará sobre la mesa es la posibilidad de condicionar las ayudas. "En la distribución de fondos estructurales debemos asegurar que los criterios de asignación en el futuro reflejen el compromiso de muchas regiones y municipios en absorber e integrar inmigrantes", ha reivindicado Angela Merkel sin citar por nombre a los países reacios al acuerdo sobre refugiados. "Polonia y Hungría no son los países más populares del Consejo. Entre los países contribuyentes netos hay una sensación de que cuando se les ha necesitado no se ha podido contar con ellos", admite un diplomático europeo.

Aprobar el presupuesto exigirá unanimidad y a priori nadie está dispuesto a tensar la cuerda porque, aún sin Reino Unido, el debate será complicado. Tanto como despejar el panorama institucional y el proceso de elección del nuevo presidente de la Comisión Europea. Los gobiernos europeos reniegan del sistema de spitzenkandidat, que defienden Jean-Claude Juncker y la Eurocámara, y quieren seguir teniendo la prerrogativa de escoger al futuro inquilino del Berlaymont, sin atarse las manos. Una negativa que augura un nuevo choque institucional.