Reyhanli ha cambiado mucho desde el 2011. Ahora el 80% de la población es siria y poco queda de la anodina población que fue, actualmente poblada de tiendas, restaurantes y supermercados que han salido de la nada para cubrir la demanda de la nueva sociedad. Reyhanli, la puerta de entrada y salida natural de Idlib, ciudad siria que representa el último reducto que queda de lo que fue la revolución que arrastró a este país dentro de las primaveras árabes al desastre humanitario que ya ha causado mas de 500.000 de muertos y cinco millones de desplazados.

Idlib se encuentra ahora constantemente bombardeada por el régimen y los rusos, y rodeada con tropas de infantería de Assad en las afueras, como cuenta Abdullah al-Hussein, que acaba de llegar de ese enclave con malas noticias: han muerto dos de los integrantes de los White Helmets (organización de 3.500 voluntarios fundada en el 2014 para la protección y asistencia de civiles, que opera en la ya exigua parte rebelde).

El responsable de la oenegé Kahatayn, fundada en el 2011 en Siria, explica que hay muchas familias atrapadas en la frontera de Baba Al Hawa que no pueden cruzarla. Además, en los últimos meses 40.000 huérfanos y 12.000 heridos han pasado a la lista de víctimas de este conflicto que ya entra en su noveno año.

Galia (pseudónimo), con cuatro niños, cuenta cómo su marido murió en un bombardeo. Dos de sus hijos sufren enfermedades crónicas que han degenerado en los últimos meses por la falta de tratamiento. Ella trabaja cuidando niños por lo que gana 200 dólares al mes, insuficiente para mantener a su familia. Llegó aquí un poco antes del fin de Ramadán, pero aún conserva en su teléfono vídeos y fotos de la ciudad de Idlib. Nos muestra uno en el que se ve un grupo de gente y de repente una explosión. La gente huye de terror ante la posibilidad de que se sucedan otras detonaciones. «Esto es el mercado de Idlib», cuenta.

Ataques químicos

La historia de Rania (también un pseudónimo) no dista mucho de la de Galia. También viuda con cinco niños a su cargo, relata cómo estando embarazada de Mustafa (ahora con 4 años), sufrió uno de los ataques químicos del régimen de Assad. Como consecuencia, su hijo padece episodios de desvanecimiento y otros problemas médicos -«gasto más de 300 dólares al mes solo en medicamentos», nos dice-, lo que es insostenible para una mujer que tiene que sustentar a cinco niños. Antes vivía en la provincia de Idlib, un día bombardearon su pueblo y ella apareció en televisión explicando lo sucedido. Al cabo de poco tiempo la temida muharabat (servicios de inteligencia del régimen) vino a interrogarla. Pero como no se encontraba en casa, fueron a ver a su madre, de 74 años. Ella tuvo suerte y pudo huir a la ciudad de Idlib, siendo una de las afortunadas que ha terminando en Turquía, junto con algunos niños acogidos por la oenegé Alwafarelief, con diversas enfermedades, que en cierta forma han salvado sus vidas, ya que estas dolencias han significado el salvoconducto para abandonar Idlib. El doctor Mohamed afirma: «Solo podremos aguantar un mes más como máximo. Después de eso, Dios dirá».