En la plaza de la Libertad de Washington, a unas manzanas de la Casa Blanca, eran ayer solo unos cuantos centenares, quizá un par de miles, armados con sus banderas de barras y estrellas, con más banderas amarillas --que han convertido en su emblema-- con pancartas con mensajes como salva a una foca, mata a un progresista y con proclamas contra el presidente de EEUU como las que se escuchaban desde el escenario. "Obama es un mentiroso, un dictador comunista que nos está llevando al infierno", repetían.

Escenas como esta alimentan la tentación de denostar el Tea Party como el último grupo de fanáticos en EEUU. La realidad, no obstante, es que el movimiento conservador, que empezó a dejarse notar hace ahora un año, se ha convertido en una fuerza que agrupa no solo a extremistas, sino a conservadores, libertarios e incluso gente que alguna vez votó demócrata.

Su peso político, aunque aún no determinado con exactitud, se empieza a notar. Ayer, concluyeron en Washington una gira por todo el país para protestar contra el excesivo gasto público y la subida de impuestos.

"Al principio, la gente que estaba en el poder intentó desacreditar el movimiento, descalificándonos de extremistas; pero hemos demostrado que no somos una marioneta republicana, rechazando a los republicanos que se han alejado de los principios económicos y fiscales conservadores", explica Sal Russo.

DIANAS POLITICAS Russo es uno de los estrategas del Tea Party, pero antes lo fue del Partido Republicano y de un independiente como Ross Perot. Ayer participó en una rueda de prensa antes de la manifestación, sin preguntas, en la que el Tea Party marcó sus dianas políticas: cuatro senadores y nueve representantes, todos demócratas, a los que intentarán derrotar en las legislativas de noviembre.

"El objetivo es cambiar ambos partidos y hacer que recuperen los valores fiscales conservadores, no crear un tercer" partido, dijo en una entrevista Russo, que no negó que haya extremistas en el movimiento, pero minimizó su importancia. "Muchos es la primera vez que se involucran en política y a veces dicen cosas inadecuadas", declaró.

El Tea Party se vende como "étnica, religiosa y políticamente diverso", pero sus integrantes son mayoritariamente republicanos. Según Russo, solo les unen una serie de mandamientos económicos y políticos: el recorte de impuestos, la reducción del déficit público y un papel reducido del Gobierno.

Ayer, una oración abrió la rueda de prensa. Una de las participantes fue Sharron Angle, candidata en las primarias republicanas en Nevada, que apoya el Tea Party. "Me siento un poco sola porque siempre me acompaña mi Smith & Wesson una marca de armas, NDR, aseguró Angle. "Al menos he venido con Dios y mi marido", concluyó.

ESTRATEGIA El verdadero poder del Tea Party está por ver. Pero el movimiento está decidido a involucrarse en el proceso político y cuenta con una estrategia, como no gastar dinero en campañas donde el triunfo de un demócrata sea segura. Su potencial explica que se le haya sumado alguien como Sarah Palin, la excandidata vicepresidencial, que el miércoles pasado, en Boston, recordó el ideario del grupo: "Creemos en expandir la libertad y la oportunidad para todos, no en la intrusión del Gobierno en nuestras vidas y nuestros negocios".