La cumbre Rusia-Unión Europea (UE) puso ayer de manifiesto una profunda crisis en las relaciones entre Moscú y Bruselas, provocada por los crecientes conflictos entre el Kremlin y sus antiguos vasallos soviéticos en Europa Oriental, convertidos ahora en miembros de la UE.

El presidente ruso, Vladimir Putin, la cancillera alemana, Angela Merkel, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, reunidos en la residencia veraniega de Volzhski Utios, en la región rusa de Samara, a orillas del Volga, dejaron sin resolver las principales discrepancias que bloquean el inicio de la negociación de un nuevo acuerdo marco de cooperación Rusia-UE. El acuerdo vigente expira en diciembre del 2007.

"A pesar de que estamos muy interesados en elaborar un nuevo acuerdo, varias cuestiones sin resolver nos lo impiden", dijo Merkel en una rueda de prensa conjunta con Putin y Barroso.

Los puntos conflictivos más importantes son el embargo comercial ruso a la carne de Polonia, la crisis con Estonia por el desmantelamiento de un monumento en homenaje al Ejército Rojo en Tallin y una disputa con Lituania por la interrupción del suministro de petróleo ruso. Fue precisamente el Gobierno polaco el que vetó el inicio de negociaciones Rusia-UE sobre el nuevo marco de la cooperación.

Putin presentó el problema de la carne polaca y la crisis en las relaciones con los países bálticos como "caprichos" de estados particulares que no deben perjudicar la cooperación entre Rusia y la UE. Pero esta maniobra no dio resultados. "La cuestión de la carne de Polonia y los desacuerdos de Rusia con Estonia y Lituania son problemas que afectan a toda la UE", contestó Barroso.

TIBIEZA EUROPEA Además de los problemas bilaterales, la cumbre se vio enturbiada por la detención, en un aeropuerto de Moscú, del excampeón mundial de ajedrez y opositor Gari Kaspárov, junto a varios activistas y periodistas que se dirigían a Samara para participar en la Marcha de los Disidentes contra el régimen de Putin. La reacción de la delegación de la UE a este acoso policial fue sorprendentemente blanda. "Algunos de los activistas han tenido problemas para llegar a Samara. Espero que esto se arregle", dijo Merkel.

La respuesta del presidente ruso fue dura: "No tenemos miedo a grupos marginales. La policía tomó medidas preventivas. En algunas ocasiones no son justificadas. Vamos a mejorar nuestras fuerzas del orden para al menos garantizar a los periodistas el derecho de difundir información objetiva". "Pero es que no han hecho nada, viajar no es un delito", afirmó entonces la cancillera alemana.