Hay aniversarios indigestos y los 300 años de unión entre Inglaterra y Escocia es uno de ellos. Hoy se cumplen tres siglos de la entrada en vigor de las Actas de Unión, el tratado que da a Gran Bretaña su actual configuración. Pero en este matrimonio de conveniencia ninguna de las dos partes se siente a gusto. La efeméride coincide con el resurgimiento del Partido Nacionalista Escocés (SNP), que aspira a la independencia del país. Mientras, aumenta el resentimiento de los ingleses por los privilegios de los escoceses.

El cumpleaños llega cuando el calendario político puede deparar sorpresas. Los últimos sondeos vaticinan la victoria del líder del SNP, Alex Salmond, en las elecciones de mayo al Parlamento autónomo de Edimburgo, resucitado en 1999 por el primer ministro Tony Blair. Salmond puede convertirse en el primer ministro de Escocia, aunque deba formar coalición con los liberaldemócratas, que ahora gobiernan con los laboristas.

Tal resultado sería un despegue catastrófico como primer ministro británico de otro político escocés, el laborista Gordon Brown. Salmond ha prometido convocar un referendo sobre la independencia en los primeros 100 días de su mandato. Su principal argumento se llama petróleo y no puede ser más poderoso. El SNP argumenta que el 90% del crudo en el Mar del Norte pertenece a Escocia y que sus habitantes deben beneficiarse de ello. "La elección está muy clara: esos ingresos pueden ir a Londres o pueden ser invertidos en Escocia", señala Salmond.

Entre el 25 y el 30% de escoceses apoyarían la independencia, aunque algún sondeo eleva esa cifra al 53%. Los tres siglos de unión no han borrado entre los escoceses un sentimiento de discriminación y de ser mirados por el encima del hombro por los vecinos sureños, los ingleses, mucho más numerosos y ricos.

UNIVERSIDAD GRATUITA El recelo es mutuo. En torno al 50% de los ingleses no vería con malos ojos la separación, quejosos de los subsidios de que goza Escocia y de algunas prerrogativas, que ellos han perdido, como la universidad gratuita y el cuidado de los ancianos a cargo de las instituciones públicas. Pero si se produjera una hipotética independencia de Escocia, los laboristas perderían 41 escaños en la Cámara de los Comunes.

De ahí quizás que el laborista Brown haya advertido de los peligros de una "balcanización" del Reino Unido. El verdadero modelo no sería tan brutal y estaría, de producirse la ruptura, más cerca de la experiencia vivida en Checoslovaquia.