El hambre en el mundo afecta ya a uno de cada nueve habitantes del planeta. Por ello, Manos Unidas ha centrado su jornada nacional 2018 en el lema Comparte lo que importa, un llamamiento a la solidaridad que la organización hace también para que se desarrolle en las redes sociales. El objetivo es concienciar sobre el aumento de las personas que pasan hambre en el mundo, que en el último año han pasado de 777 millones de personas a 815 millones (la población mundial ronda los 7.500 millones).

Para la organización, «solucionar esta lacra pasa por acompañar a los más pobres, reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores, contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos y educar para una vida solidaria y sostenible».

Con este objetivo, el trabajo de Manos Unidas se centrará en el 2018 en tres cuestiones esenciales y urgentes que pueden ayudar a acabar con la pobreza y el hambre en el mundo: favorecer iniciativas que permitan el acceso a los alimentos para consumo humano, y no para el beneficio económico; impulsar sistemas de producción medioambientalmente sostenibles, y plantear propuestas que eviten la pérdida y el desperdicio de alimentos.

LA NECESIDAD DE ‘COMPARTIR’ / Este año la campaña pone el foco en la palabra compartir para llamar la atención sobre las cifras y los mensajes que cada día se comparten en redes sociales. El número de usuarios de redes sociales supera los miles de millones en todo el mundo: por ejemplo, Facebook superó los 2.061 millones en 2017 y Whatsapp ya es utilizada por más de 1.300 millones de personas cada año.

Por eso, este año, Manos Unidas recoge en su imagen de campaña la transformación de un móvil en una regadera: un símbolo que la organización utiliza para que se vea que lo que «compartimos» tiene resultado y lleva la prosperidad a los países en los que realiza sus proyectos de cooperación.

En este sentido se encaminan los proyectos de la oenegé católica, como han explicado dos de sus colaboradores, el misionero riojano Juan Pablo López, que ha pasado las últimas dos décadas en Benín, y Marta Machaín, directora de proyectos de la Fundación Celestina Pérez de Almada, entidad que trabaja junto a Manos Unidas en Paraguay.

López insiste en que «hay gente que pasa hambre» y «no podemos cerrar los ojos». «No solo hambre material, sino todo lo que va unido a la persona», como lo relativo a la educación y la vivienda. Él lo ha experimentado en Benín, «un país milagro, porque todos los de alrededor tienen conflicto» en el continente africano. «Por eso suelo hablar de la bendita pobreza porque al no tener recursos en el subsuelo no hay violencia en el país»», subraya.

Sin embargo, a partir de su experiencia, el misionero llama a colaborar con las personas que más lo necesitan contando con ellas, para que sean «los actores en todos los niveles». «Que digan qué necesitan, en qué se implican, y que sean ellos los propios gestores de los proyectos. Así se les da sostenibilidad», concluye Juan Pablo López.