Afganistán es lugar propicio para causar víctimas políticas más allá de sus fronteras,como bien sabían los británicos en el siglo XIX y los soviéticos en el XX. En pocos meses, la actual guerra afgana se ha llevado por delante a políticos en lugares tan distantes de Kabul como Amsterdam o Berlín. Y el último damnificado político, aunque se trate de un militar, es el general Stanley McChrystal.

El pulso entre el Pentágono y la Casa Blanca que ha llevado a su relevo forma parte de una lucha más amplia entre los republicanos, que bajo el mandato de George Bush iniciaron esta guerra en el 2001, y una Administración demócrata. De momento, solo ha caído un general, aunque sea una de las máximos figuras del ejército más poderoso del mundo, pero en Holanda cayó un Gobierno entero. Ocurrió en febrero cuando los laboristas, que formaban parte de la coalición de Gobierno, se negaron a prolongar un año más la presencia de sus tropas en Afganistán, obligando al Ejecutivo encabezado por el democristiano Jan Peter Balkenende a presentar la dimisión en bloque. La onda expansiva llevó a unas elecciones anticipadas con el resultado de un notable avance de la derecha xenófoba. En Alemania, la guerra contra los talibanes también ha pasado factura. Nada menos que al presidente de la República federal, Horst Köhler, como consecuencia de unas desafortunadas declaraciones vinculando la presencia de tropas germanas en el país centroasiático a intereses comerciales de Berlín.

Su dimisión el 30 de mayo, sin precedentes en la historia federal de Alemania, socavó la maltrecha autoridad de Angela Merkel y el dudoso resultado de la elección del sucesor el 30 de junio puede empeorar las cosas para la cancillera. No es la primera vez que hechos ocurridos en el terreno bélico afgano repercuten en Berlín. El ministro de Trabajo Franz Jozef Jung dimitió a finales del 2009 por negar durante días y contra toda evidencia que hubiera víctimas civiles entre los más de 140 muertos en un bombardeo ordenado por un oficial alemán. Jung era en aquel momento ministro de Defensa. También dimitieron en aquella ocasión el jefe del Ejército y el viceministro de Defensa.

Londres tampoco escapa a la onda expansiva. Sherard Cowper-Coles, el enviado británico en Afganistán, acaba de tomarse "un permiso de larga duración", según expresión del Foreign Office. Discrepaba de la estrategia militar que aplican Estados Unidos y la OTAN.