Hasta noviembre, cuando se celebren elecciones legislativas y locales en EEUU, no se podrán dictaminar los triunfos o derrotas del Partido Demócrata y del Republicano, pero el martes, en las primarias celebradas en una docena de estados, hubo un triunfador: el género femenino.

En un país con solo seis gobernadoras, 16 senadoras y 74 representantes en la Cámara baja, las victorias de cuatro mujeres se convirtieron en noticia. A la vez, cada uno de esos triunfos alimenta el debate sobre la situación del establishment en los dos partidos y la influencia del Tea Party y permite augurar una acentuada lucha entre conservadores y progresistas.

En el Partido Demócrata, el ala más a la izquierda, aliada con los sindicatos, había decidido plantar cara en Arkansas a la senadora Blanche Lincoln por considerarla demasiado centrista, lanzando su apoyo a la candidatura de su rival. Pero ni ese apoyo ni ese dinero acabaron con Lincoln, que, gracias a la implicación en su campaña del expresidente Bill Clinton, acabó imponiéndose en su primaria.

EXITO DE DOBLE CARA En Nevada, mientras, el conservador movimiento del Tea Party logró su mayor triunfo gracias a Sharon Angle, que obtuvo la nominación republicana al Senado. Puede ser una victoria de doble cara, pues el conservadurismo de Angle puede ayudar a Harry Reid, líder de la mayoría demócrata en el Senado, a ganar.

En California, Carly Fiorina y Meg Whitman se hicieron con las candidaturas republicanas al Senado y el Gobierno estatal, respectivamente. Fue el triunfo de dos mujeres que han llegado muy alto en el sector privado. Fiorina hasta la dirección de Hewlett Packard, Whitman a la de eBay. Y sus victorias dan muchas opciones al Partido Republicano.

El problema es que ambas, y en especial Fiorina, defienden ideas demasiado conservadoras para un estado de tendencia progresista y muy diverso étnica y socioeconómicamente. En el caso de Whitman, su experiencia como empresaria es un importante activo para ganar votos en un estado asolado por los problemas presupuestarios y con el tercer índice de paro más alto del país, pero sus lazos con Wall Street pueden pasarle factura.