La historia de odio y lucha encarnizada por el poder que, desde hace 15 años, protagonizan Dominique de Villepin y Nicolas Sarkozy se trasladó ayer a los tribunales. El caso Clearstream , en el que el exprimer ministro se sienta en el banquillo acusado de conspirar contra el hoy presidente, empezó con una teatral puesta en escena. "Estoy aquí por un hombre, por el encarnizamiento de un hombre, Nicolas Sarkozy. Saldré libre y blanqueado en nombre del pueblo francés", declaró Villepin al juzgado acompañado de su glamurosa familia.

El exprimer ministro culpó así al jefe del Estado de haber utilizado la trama de Clearstream para desatar un proceso judicial y desacreditarle. Un proceso que Villepin presenta como un linchamiento. Sarkozy forma parte de la acusación civil junto con otros políticos y empresarios cuyos nombres aparecieron, en el 2004, en unos listados falsos del fondo de compensación luxemburgués Clearstream como supuestos destinatarios de comisiones ilegales por la venta de unas fragatas a Taiwán.

LOS CARGOS Villepin hace frente a la acusación de "complicidad en denuncia calumniosa, falsificación y abuso de confianza" por haber inducido o permitido una operación destinada a cerrar el paso a la presidencia del entonces ministro de Economía. Así se deduce de las declaraciones de los otros procesados y de las notas incautadas al general Philippe Rondot, entonces responsable de los servicios de información del Gobierno.

Mientras Villepin lanzaba su declaración de guerra al presidente, su abogado se dedicó a cuestionar el hecho de que Sarkozy forme parte de la acusación, situación inédita para un jefe de Estado. El magistrado reclamó la retirada del presidente del proceso en base a su "estatus privilegiado" y la influencia que este puede ejercer en el proceso. El inicio del juicio estuvo así a la altura de la rivalidad entre ambos políticos.