Bagdad vivió ayer una nueva jornada de violencia, a pesar de que la ciudad amaneció bajo el toque de queda para evitar más derramamiento de sangre en el quinto aniversario de la caída del régimen del fallecido dictador Sadam Husein. Al menos 14 personas murieron, algunas de ellas civiles, en los duros combates entre milicianos chiís y soldados estadounidenses en Ciudad Sadr, el populoso distrito chií fiel al clérigo radical Moqtada al Sadr. Además, varios proyectiles de mortero volvieron a impactar en el interior de la Zona Verde, la más protegida de la capital, sin ocasionar víctimas.

ATAQUE EN UN FUNERAL Parte de los fallecidos perdieron la vida en los enfrentamientos que se registraron antes del amanecer. Por la mañana, mientras las calles de la capital estaban vacías por el toque de queda impuesto a los vehículos, varios disparos de mortero impactaron en una casa y entre la gente que participaba en un funeral. Seis civiles murieron, entre ellos tres niños, y cerca de una treintena resultaron heridos. Algunos testigos dijeron que el ataque provino de un helicóptero de combate del Ejército de Estados Unidos, aunque más tarde la policía iraquí lo desmintió.

Moqtada al Sadr desconvocó una multitudinaria manifestación en la que tenía previsto sacar ayer a las calles de Bagdad a "un millón" de sus seguidores para exigir la retirada de las tropas extranjeras de Irak. El clérigo, no obstante, advirtió en un comunicado al primer ministro iraquí, el también chií Nuri al Maliki, aliado de Washington, que podría dar por concluida la tregua armada en vigor. "Si es necesario, levantaremos el alto el fuego para poner en práctica nuestros objetivos", amenazó.

Además de Bagdad, también se decretó el toque de queda diurno en las ciudades de Samarra y de Tikrit, cuna de Sadam Husein. En Faluya, otra ciudad suní, varios centenares de partidarios del fallecido dictador se manifestaron contra la presencia de las tropas extranjeras. El alto mando estadounidense informó ayer de la muerte de dos de sus soldados, lo que eleva a 13 el número de militares norteamericanos muertos en Irak desde el pasado domingo, y a 4.025 desde la invasión angloestadounidense en marzo del 2003.

Hace cinco años, a las tropas extranjeras les costó tan solo tres semanas hacerse con el control del centro de Bagdad, donde derribaron la estatua de Sadam Husein. La imagen dio rápidamente la vuelta a mundo y simbolizó la caída de la sangrienta dictadura. Pero lo que pareció en un principio una guerra fácil se ha convertido en una verdadera pesadilla para Washington.

La portavoz de la Casa Blanca, Dana Perino, dio a entender ayer que el presidente de EEUU, George Bush, se plegará a los consejos del comandante en jefe de las tropas estadounidenses en Irak, el general David Petraeus.

BATALLA LEGAL PERDIDA Mientras, las madres de dos soldados británicos muertos en Irak perdieron ayer su batalla legal para forzar al Gobierno a abrir una investigación sobre la intervención armada del Reino Unido. Nueve jueces de la Cámara de los Lores rechazaron el recurso de las dos mujeres.