La campaña para las elecciones parlamentarias y provinciales de Afganistán --de cuya protección estaban encargados los militares españoles fallecidos el martes al estrellarse su helicóptero-- arrancó ayer marcada por la violencia y los temores de fraude.

Los talibanes, derrocados por la coalición militar encabezada por EEUU --que mantiene una fuerza de 20.000 soldados tras la guerra que sucedió al 11-S--, han jurado impedir el desarrollo normal de los comicios, convocados para el 18 de septiembre, y ya han sido asesinados dos candidatos y cuatro funcionarios electorales. Este año han muerto más de 900 personas en ataques y atentados, sobre todo en las provincias del sur y el este, fronterizas con Pakistán y donde se esconden los máximos cabecillas de la red terrorista Al Qaeda.

Pero para muchos políticos y observadores el mayor peligro de estas legislativas, de las que saldrán un Parlamento nacional con 249 escaños y 34 consejos provinciales, es la falsificación de los resultados en regiones de difícil acceso, que sigue bajo el control de los señores de la guerra tribales. "Lo que más nos preocupa es el fraude, porque esta vez hay muchas más posibilidades de que se cometa" que en las presidenciales de octubre que ganó Hamid Karzai, aseguró ayer a Reuters Ahmad Shah Ahmadzai, líder del Frente del Entendimiento que agrupa a varios partidos y numerosos candidatos independientes.

Para evitarlo, la OTAN ha desplegado a 10.400 militares (entre ellos, los 800 españoles) de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), a los que se sumarán otros 2000 soldados para los comicios. Su misión es ayudar a las recientemente creadas fuerzas armadas de Afganistán, que reúnen a 90.000 policías y 35.000 soldados.

Los talibanes han intensificado sus acciones desde la primavera. Ayer mismo amenazaron con asesinar a un ingeniero libanés --que secuestraron durante la construcción de una carretera financiada por EEUU--, si la empresa turca para la que trabaja no acaba sus operaciones en el país. Los integristas hicieron que el ingeniero hablase por teléfono satélite con un periodista.