Lejos de ser un fenómeno previsible, susceptible de ser acotado a ciertas zonas, días u horas, la violencia contamina cada vez más la tranquilidad de los mexicanos. Los cárteles han roto todos los códigos de honor.

Según la prensa mexicana, más de medio centenar de menores han sido asesinados en lo que va de año en la guerra entre los narcos. En ocasiones, sus muertos han sido circunstanciales, pues los objetivos primordiales de los ataques eran sus padres. Sin embargo, en otras ocasiones el objetivo ha sido buscar hacer daño precisamente a la familia.

El Gobierno no atina a dar cifras de estos crímenes y continúa asegurando que el Estado es más fuerte que las bandas y "va ganando la batalla". Pero la escalada parece imparable.