Medio centenar de policías heridos. Coches y camiones ardiendo en la vía pública. Un millar de soldados desplegados, con fusil automático, tratando de restablecer el orden. Belfast y otras ciudades de Irlanda del Norte han revivido escenas de violencia que creían superadas. Centenares de lealistas armados protagonizaron algunos de los peores disturbios de los últimos años en tierras norirlandesas.

Los incidentes estallaron el sábado después de que las autoridades cambiaran la ruta de una marcha orangista, al oeste de la capital, para evitar que atravesara un barrio católico. El pretexto sirvió para dar rienda suelta a la frustración de la comunidad protestante, donde crece la sensación de abandono por parte del Gobierno británico. Desde su óptica, el proceso de paz ha favorecido a los católicos y en especial a los republicanos del Sinn Féin y del IRA.

El grupo lealista Fuerza de Voluntarios del Ulster (UVF), que se mantiene en estado de tregua, ha sido acusado de organizar los ataques, en los que varios francotiradores dispararon contra las fuerzas del orden. Una bala alcanzó en el estómago a un viandante, y otro herido estaba en estado crítico por una de las explosiones provocadas por los cócteles molotov.

El ministro británico para Irlanda del Norte, Peter Hain, pidió ayer a los líderes norirlandeses que respalden "a las fuerzas del orden".