Otra vez una mano negra azuzando las divisiones en el Líbano. Varias bombas explotaron ayer en dos autobuses públicos que transportaban a decenas de trabajadores desde las montañas cristianas hacia el noreste de Beirut. Tres personas murieron y una veintena resultaron heridas de distinta gravedad.

El atentado, una vez más no reivindicado, llega en la víspera de la multitudinaria marcha convocada por la coalición prooccidental en el Gobierno para conmemorar el segundo aniversario del asesinato del exprimer ministro Rafik Hariri, del que la mayoría de los libaneses culpa a Damasco. Un sector de las fuerzas gubernamentales volvió a apuntar a Siria como responsable de este nuevo atentado. Sin dar nombres, el primer ministro, Fuad Siniora, afirmó que el objetivo es la desestabilización del país.

El momento parece haber sido escogido minuciosamente. La concentración de hoy se celebrará en el centro de Beirut, donde acampan desde hace más de dos meses miles de seguidores de la oposición para exigir la dimisión del Gobierno. Ambos bandos quedarán, por tanto, frente a frente en un clima de extrema tensión acumulada, como demostraron los choques entre chiís y sunís del mes pasado, a raíz de una discusión en una cafetería universitaria.

Ante el riesgo de nuevos enfrentamientos, Hizbulá, que lidera la oposición, alineada con Siria e Irán, llamó a la unidad "para detener a los que siembran la muerte en el momento en que los libaneses tratan de resolver sus diferencias".