El rebrote de la violencia sectaria que vive Irak desde comienzos de este año dejó hoy una nueva jornada de sangre entre la mayoritaria comunidad chií, con al menos 48 muertos en una cadena de atentados perpetrados principalmente en Bagdad.

Los coches bomba y los explosivos vuelven a sembrar el pánico en las calles de Irak, donde los ciudadanos han recuperado el temor a salir de sus casas y no pasa una sola semana sin que se registre alguna masacre, fundamentalmente contra chiíes y las fuerzas de seguridad, pero también contra mezquitas y fieles suníes.

Hoy, al menos 48 personas murieron y 177 resultaron heridas en una nueva oleada de atentados con explosivos, informó a Efe una fuente de la policía.

El atentado más mortífero se produjo en el distrito de Al Kazemiya, en el norte de la capital, donde diez personas fallecieron y 24 resultaron heridas por el estallido de dos vehículos cargados con explosivos.

Mientras, en Ciudad Sadr, un importante feudo chií en el este de Bagdad, al menos siete personas perecieron y quince resultaron heridas en un ataque contra un mercado de frutas y verduras.

Tres vehículos con explosivos estallaron de forma coordinada también en el área de Shab, en el noreste del país, y causaron cinco muertos y treinta heridos.

Atentados similares tuvieron lugar en las zonas de mayoría chií de Baladiya (este), Nuevo Bagdad (sur), Saba al Bur (norte), Ur (este), Shoala (noroeste) y Al Bayaa (suroeste), donde murieron al menos catorce personas y 51 resultaron heridas.

Otras zonas de mayoría suní tampoco escaparon al azote del terrorismo, como los distritos bagdadíes de Al Yamaa y Gazaliya, donde fallecieron al menos cuatro personas y veintidós sufrieron heridas en sendos atentados.

Esta nueva ola de violencia se produce solo un día después de que treinta personas muriesen ayer y otras cuarenta resultasen heridas en un ataque perpetrado por un suicida contra una mezquita chií al sur de Bagdad.

Y también este domingo, en un atentado completamente inusual, otras seis personas perdieron la vida en un ataque en Erbil, la capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí, que hasta el momento había permanecido al margen del terrorismo y la violencia sectaria.

La clase política iraquí, mientras, observa impotente y entre reproches la escalada de la violencia, que amenaza con devolver a Irak a niveles cercanos al conflicto sectario que devastó el país tras la invasión estadounidense de 2003.

El último mes de julio (con casi mil muertos, el más mortífero desde 2008) hizo saltar las alarmas ante una nueva situación de violencia totalmente fuera de control.

Hace solo once días, buena parte de los grupos políticos de Irak lanzaron con boato un llamado "pacto de honor y paz social", con el que pretendían evitar que el país descienda aún más en la espiral del derramamiento de sangre.

El primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, chií; el vicepresidente Jodeir al Jasai, también chií; y el presidente del Parlamento, Osama al Nuyaifi, suní, fueron algunos de los dirigentes involucrados en dicha iniciativa, de la que se quedaron fuera figuras como el clérigo Muqtada al Sader o el moderado Iyad Alaui.

El documento estipulaba resolver las diferencias en la escena política de forma consensuada, limitar el uso de las armas y afrontar el fenómeno del terrorismo y de las milicias armadas.

Sin embargo, hasta el momento, el acuerdo no ha logrado ningún avance sobre el terreno, y las críticas vuelven a volar entre todos los bandos.

La coalición opositora "Mutahidun" ("Unidos"), presidida por Al Nuyaifi culpó hoy mismo en un comunicado a Al Maliki por la creciente violencia, al entender que el primer ministro pretende monopolizar la gestión de la seguridad.

El grupo aseguró que existen "partes que monopolizan el expediente de la seguridad e impiden la asistencia de los jefes policiales al Parlamento" para conocer los motivos de las brechas de seguridad y responder a las necesidades.

Por su lado, el alcalde de Bagdad, Ali al Tamimi, que pertenece al Bloque de Muqtada Al Sadr pidió a todas las fuerzas políticas y de seguridad que se coordinen "de forma verdadera y seria para enfrentarse a las fuerzas de la oscuridad".

Hasta el momento todos los llamamientos han resultado estériles para frenar los ataques, que amenazan con sumir a Irak en una nueva etapa oscura de su convulsa transición tras la caída de Sadam Husein, en el año 2003.