El acuerdo alcanzado por el ayatolá Sistani sugiere un cambio considerable en la relación de fuerzas en Irak y el primer éxito, modesto pero significativo, del Gobierno de concentración nacional de Alaui desde la transferencia de soberanía el pasado 28 de junio. Por primera vez desde el fin de la guerra, los norteamericanos y sus aliados iraquís evitaron lo peor, los militares mantuvieron la calma, Alaui preservó la cohesión gubernamental y Sistani, líder del quietismo apolítico, acabó por imponer un compromiso al agitador Sadr, el clérigo radical shií portavoz de la confusión incendiaria entre el islam y la política.

El viraje es paralelo en Washington. Powell bendijo la operación, ensombreciendo a Rumsfeld y los neoconservadores del Pentágono. La pugna entre los sectores moderados y fundamentalistas se agudiza ante el proceso electoral. Seguro del apoyo de la vociferante derecha cristiana, Bush se vuelve hacia las aguas templadas del republicanismo tradicional y pragmático.

*Periodista e historiador.