Para Haider Nasif ayer iba a ser un gran día. Su solicitud de ingreso en el nuevo Ejército iraquí había sido aceptada e iba a recibir su primera sesión de entrenamiento. Pero, en vez de estar haciendo prácticas en un campamento militar, Nasif yace, con las piernas vendadas y ensangrentadas, en una cama del hospital de Al Kark, no muy alejado del lugar donde el kamikaze hizo estallar la carga explosiva que segó la vida a decenas de reclutas como él.

A Nasif, de 27 años, le habían citado a las siete de la mañana en el centro de reclutamiento. "Estábamos todos tan contentos, porque nos iban a llevar al campamento. No quería llegar tarde, así que fui a las 6.45". A las 7.25, aún estaba en la cola. "Vi llegar al coche que se abalanzó sobre nosotros. Era de color blanco", explica. No recuerda más.

Ganas de empezar

El joven estaba ansioso por trabajar, pero asegura que ésta no era su única motivación para ingresar a filas. "Soy iraquí. Yo pertenezco a este pueblo. Si nosotros mismos no ayudamos a crear el Ejército, ¿quién lo hará?", pregunta. Y, con una determinación encomiable, añade: "Estoy orgulloso de poder trabajar para mi país y contribuir a iniciar una nueva etapa. Tan pronto como me recupere volveré al Ejército. Nadie me lo impedirá".

En la cama de enfrente, Jamil Abdul Razak, de 33 años, dice que se apuntó al Ejército "porque tengo una mujer y cuatro hijos, y era la única forma de obtener un trabajo". El dolor no le deja decir mucho más, así que no habla de planes para el futuro. Mejor así. Porque aunque quisiera volver al Ejército, difícilmente podría. El aún no lo sabe, pero tiene amputada la pierna izquierda de la rodilla para abajo. "No se la hemos amputado nosotros. Cuando llegó aquí ya le faltaba media pierna. Se la arrancó la bomba", explica el doctor Farid Salman, el cirujano que le operó.

Entusiasmo y muerte

Nasif, en cambio, sí que podrá cumplir sus propósitos. El doctor Abdul Mehdi, director del hospital que está visitando a las víctimas del atentado, asegura que, pese a sus graves heridas, se recuperará.

Halid Manji, de 26 años, compartía el entusiasmo de Nasif. Manji estaba asignado a otro grupo y no estaba convocado para iniciar los entrenamientos hasta la próxima semana. Pero sus ansias por ingresar eran tales que se acercó al centro de reclutamiento sólo para confirmar la cita. Su impaciencia le costó la vida.