"He decidido venir a votar para compensar todo lo que hemos perdido tras haber boicoteado las últimas elecciones". Abú Riad es un suní de Ramadi, capital de la provincia de Anbar, uno de los bastiones de la resistencia iraquí y de Al Qaeda hace un par de años. Entonces Riad pertenecía al grupo Ansar al Sunna, uno de los más radicales de la insurgencia suní. "En el 2005, nuestro jefe nos convenció para no votar. Nos dijo que era cometer apostasía". El antiguo insurgente asegura ahora estar convencido de que la opción política es "más beneficiosa" que la acción militar.

La participación en Anbar fue alta, según algunas estimaciones del 60%. Hace cuatro años votaron menos del 2%, lo que permitió que el Partido Islámico de Irak (PII), que no apoyó el boicot, se llevase gran parte de los 41 puestos en el Consejo Provincial. Ahora, los jefes tribales sunís de la provincia, que han conseguido expulsar a los seguidores de Al Qaeda, quieren desbancar al PII.

Mosul, segunda ciudad del país, es considerada por el Ejército de EEUU y por Irak el último bastión urbano de Al Qaeda. "Voto porque estamos hartos de fatuas edictos religiosos de los terroristas que han llevado a la destrucción de nuestra ciudad", dice Baker Abdel Razak, un maestro de 39 años.