En una conocida comedia rusa de la época de la perestroika (reconstrucción) había un episodio emblemático. En plena función de ballet en el Teatro Bolshoi de Moscú, una voz ronca ordena a través de los altavoces: "¡Los agentes del KGB, abandonad la sala urgentemente!". Uno tras otro, los espectadores comienzan a desfilar, y hasta el último bailarín salta desde el escenario para juntarse con sus colegas de los servicios de espionaje.

Hasta los 90, los servicios especiales de la URSS tenían una enorme plantilla de agentes. Hoy en día, el monstruo del KGB, que agrupaba todos los servicios, incluidos el espionaje y el contraespionaje, ha quedado dividido en el Servicio Federal de Seguridad (FSB) --que se dedica a los problemas internos-- y el Servicio de Información Exterior (SVR), que se dedica a asuntos políticos, cuestiones de seguridad y tecnología y secretos militares.

Una nueva ética interna

Para mejorar la imagen de unos criminales sin cuartel que practican asesinatos en cualquier parte del mundo --heredada de la época comunista--, el SVR ha decidido revelar parte de sus secretos publicando el libro La élite del espionaje ruso , que ofrece retratos de 23 espías rusos célebres y explica la nueva cara civilizada del espionaje.

"Ya no usamos métodos sucios. Hoy en día nuestro servicio tiene una ética interna muy estricta", afirma el vicedirector del SVR, el general Vladimir Zavershinski. Según Zavershinski, el servicio de espionaje se parece cada vez menos a una película de acción y "lo más importante e interesante es el sistemático trabajo cotidiano". El modernizado código de espionaje impide incluso la infiltración de agentes en grupos de terroristas.

"Hay que tener en cuenta que, para infiltrarse entre terroristas, el agente implantado a menudo tiene que hacer su sangriento aporte a la guerra terrorista. Eso significa que los servicios secretos se manchan y terminan convirtiéndose en cómplices de los criminales", explicó a este diario Oleg Nechiporenko, excoronel del KGB.

Pero la realidad no siempre encaja con la propaganda. En febrero del 2004, tres agentes rusos fueron detenidos en Qatar acusados de estar involucrados en el atentado que costó la vida al dirigente separatista checheno Zelimjan Yandarbiyev. Moscú negó cualquier relación con el asesinato y protestó por la detención. Sin embargo, dos de los tres agentes fueron condenados a distintas penas por un juez local. El Kremlin consiguió su extradición tras largas negociaciones.

"Desde el principio, esta operación ha sido disparatada. A los agentes les tendieron una trampa para conseguir fines políticos. El suceso ha puesto de manifiesto no la nueva ética del servicio de espionaje, sino la falta de profesionalismo", dijo a este diario un veterano del espionaje soviético.

El exagente Putin

Con la llegada al poder del exagente Vladimir Putin, el espionaje ruso en el extranjero ha ido recuperando la importancia que tuvo durante la guerra fría. Según el diario británico The Independent , más de 30 diplomáticos rusos destinados en Londres intentan obtener información sobre la capacidad militar, técnica y política del Reino Unido.

La mayoría de los agentes en el extranjero trabajan bajo cobertura diplomática o periodística, como era habitual en la era comunista. Los agentes utilizan internet para acceder a fuentes militares especializadas y obtener datos secretos.

Oleg Gordievski, un agente que trabajó como jefe del KGB en la Embajada de la URSS en Londres antes de pasarse al otro bando en 1985, dice: "Cada segundo, cualquier ruso en una posición de cierta importancia actúa como informante".