La crisis venezolana se ha convertido en un turbio pantano de intrigas e intereses cruzados, en el que median las grandes potencias, enfrascadas en una reedición de las pugnas geopolíticas de la guerra fría. Es el contexto perfecto para los aventureros y los oportunistas, como el barón de la guerra privatizada, Erik Prince, fundador de Blackwater y personaje muy cercano a Donald Trump. Según publica Reuters, Prince lleva varios meses buscando aliados para desplegar un ejército de mercenarios en Venezuela con la intención de apartar del poder a Nicolás Maduro. El plan contemplaría el envío de unos 5.000 pistoleros reclutados en Latinoamérica y financiados con donaciones privadas. La Administración Trump no ha querido pronunciarse sobre los planes de Prince, según informa la agencia de noticias.

Blackwater cobró notoriedad durante el conflicto en Irak, donde se benefició de la estrategia de la Administración Bush para subcontratar muchas de las funciones de la guerra a compañías privadas. Fundada por Prince en 1997, tras abandonar los Navy Seal, sus decenas de miles de mercenarios acabaron siendo expulsados de Irak en el 2007, después de que mataran desde un helicóptero a 14 civiles iraquís desarmados en la plaza Nissour de Bagdad. Cuatro de sus contratistas fueron condenados por homicidio. Prince vendió la compañía en el 2010, pero recientemente abrió una nueva llamada Blackwater USA, que trata de convencer a la Administración Trump para reemplazar a las tropas en Afganistán con contratistas privados.

De acuerdo con Reuters, Prince lleva varios meses buscando mecenas para su proyecto entre las grandes fortunas del exilio venezolano y potenciales aliados estadounidenses. Con Trump tiene línea directa. Es uno de los grandes donantes de su campaña y, su hermana, Betsy DeVos, sirve como secretaria de Educación del presidente. Por el momento, nada indica que sus planes vayan a materializarse, por más que la Administración Trump siga buscando una fórmula para propiciar la caída de Maduro y de su Gobierno. Como le pasó a Barack Obama en Siria, Trump lo ha apostado todo al cambio de régimen. Se juega su credibilidad, pero también su posición geoestratégica en América Latina, amenazada por la entrada de Rusia (y China) en Venezuela, que ha ignorado la doctrina Monroe para insertarse en el patio trasero de EEUU como principal baluarte del chavismo.

Tras el fracasado alzamiento del martes, la Casa Blanca insiste en que la intervención militar sigue sobre la mesa. Ni sus sanciones al petróleo y el oro venezolano han logrado desequilibrar la balanza. «La acción militar es posible. Si es lo que se necesita, EE UU lo hará», dijo el jefe de la diplomacia, Mike Pompeo. Esas opciones se discutieron a principios de abril en una reunión privada en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), en la que participaron funcionarios estadounidenses, miembros del equipo de Guaidó y personal diplomático de Colombia y Brasil, según informó el portal Greyzone Project.

DIFERENTES ESCENARIOS / El Pentágono confirmó que se han hecho «planes exhaustivos» para contemplar diferentes escenarios y contingencias en Venezuela, donde Washington ha dejado dicho que el posible arresto de Juan Guaidó o Leopoldo López, los principales líderes de la oposición, supondría una «grave escalada» de los acontecimientos. Pero ese mismo Pentágono negó que haya recibido instrucciones para intervenir en el país caribeño. «No hemos recibido las órdenes de las que estamos hablando», dijo en el Congreso la secretaria interina de Defensa, Kathryn Wheelbarger. Los últimos acontecimientos han generado impotencia en Washington. Pompeo dijo que Maduro tenía un avión preparado para huir a Cuba, pero Rusia le convenció para que se quedara. Tanto Caracas como Moscú lo han negado. La Administración también ha aireado que varias figuras relevantes del régimen chavista, incluido el ministro de Defensa, habían llegado a un acuerdo con la oposición para cambiar de bando, algo que no ha llegado a suceder. Trump ha amenazado con endurecer el embargo sobre Cuba si sus militares siguen respaldando a Maduro. «Vamos a aumentar el coste», sostuvo Pompeo.