Dos visiones políticas se dieron ayer el relevo en Washington, donde arrancó oficialmente la 112 sesión del Congreso. Fue una jornada ante todo ceremonial, con juramentos de escaños, elecciones de cargos en las Cámaras de renovada composición y discursos. Y ninguno más relevante que los de la demócrata Nancy Pelosi y el republicano John Boehner para ejemplificar el giro conservador dictado en las urnas el 2 de noviembre. Un cambio que marcará en buena parte los dos próximos años de la política estadounidense.

Tras una votación en la que Boehner recibió 241 votos y Pelosi 173 (miembros de su propio partido no le dieron sus votos), la demócrata cedió a Boehner la presidencia de la Cámara baja, el segundo puesto en la línea de sucesión al presidente de EEUU, tras el vicepresidente. Pero antes de hacerlo, Pelosi recordó en su discurso los logros demócratas en sus últimos cuatro años en la mayoría y, especialmente, los dos últimos, con un presidente de su partido en la Casa Blanca.

Mencionó con énfasis la reforma sanitaria y protecciones medioambientales y, al hacerlo, reforzó la defensa de principios y prioridades para el partido del presidente, Barack Obama, que justamente son principal diana de ataque de los republicanos con su nueva posición reforzada en Washington.

Boehner, mientras, dio su discurso antes de jurar su cargo y, en cuanto empezó, el ahora republicano más prominente del país atacó indirectamente la reforma sanitaria y criticó a Obama, aunque sin citarlo, por el gasto y por el déficit.

Boehner prometió cambios en el sistema de funcionamiento de Washington. "Prescindiremos de la opinión convencional de que leyes más largas son siempre mejores, de que legislar rápidamente es legislar bien y de que permitir enmiendas adicionales y debate abierto hacen el proceso legislativo menos eficiente de lo que pretendían los padres fundadores de la nación", dijo, recogiendo quejas tradicionales en los últimos dos años entre los conservadores con las que han atacado a los demócratas.

Pelosi y Boehner también libraron su particular duelo al referirse a la Constitución. Para el republicano, su firme defensa era la forma de mandar un mensaje de alianza a las bases más conservadoras y a los votantes alineados con el movimiento del Tea Party. Para la demócrata, mientras, era el intento de evitar que un solo partido se erija en adalid de la Carta Magna.

Mientras, Robert Gibbs, el hombre que se ha encargado de las comunicaciones de Barack Obama desde que el actual presidente era solo un candidato en las primarias para el Senado en Illinois en el 2004, anunció ayer que abandona su cargo de portavoz de la Casa Blanca. La salida se hará efectiva en febrero. pero Gibbs seguirá trabajando con Obama como asesor externo.