Washington ha pisado el acelerador. El martes, el mismo día en que el Congreso de EEUU aseguró que el actual despliegue estadounidense en Irak no podrá mantenerse más allá de marzo del 2004, el presidente, George Bush, dio su aprobación a la búsqueda del apoyo de la ONU para la posguerra en Irak, aunque insistiendo en su exigencia de mantener el control. Menos de 24 horas después, el secretario de Estado, Colin Powell, ya había mantenido conversaciones con los ministros de Exteriores de los miembros del Consejo de Seguridad y con el secretario general de la ONU, Kofi Annan, para discutir el borrador de una nueva resolución.

En ella, según Powell, se marcará un "horizonte político" para la transición en Irak. Además, se asignará un mayor papel a la ONU, el requisito para que la mayoría de países acepten participar en la reconstrucción. Según Powell, "la respuesta es positiva".

El principal obstáculo vuelve a ser la insistencia de EEUU en mantener el control militar. El secretario de Estado intentó suavizar el empeño asegurando que "un papel dominante no significa un papel único".

Powell trató de desvincular la rapidez de la propuesta de la continua pérdida de vidas de estadounidenses en Irak. Sin embargo, es obvio que Bush se ha visto forzado a suavizar su posición. El estudio de la Oficina de Presupuesto del Congreso asegura que el Pentágono, sin colaboración extranjera o sin ampliar el presupuesto, no podrá mantener el despliegue.

EL ´INFORME BLAIR´

Por otra parte, Londres "forzó" el dosier sobre las armas de destrucción masiva, según Brian Jones, un antiguo responsable de los servicios secretos. En su declaración ante el juez James Hutton, Jones calificó de "demasiado fuerte" el lenguaje usado en el informe.