"He visto que el avión iba a aterrizar. He entrado en la terminal para ir a buscar a mi madre, pero entonces me he dado cuenta de que ya no había avión". En el aeropuerto de Moroni, el dolor ha sustituido velozmente a la estupefacción, después de la caída en la noche del Airbus. Al igual que Musa Boina, el chico que había ido a buscar a su madre, el exministro de Defensa Humed Msaidié pasa la noche en el aeropuerto al acecho de la más mínima información sobre la suerte que ha corrido su suegra. "He visto cómo el avión se acercaba y luego volvía a irse, y no lo he entendido", dice, todavía aturdido.

Son muchas las personas que habían venido a recibir a sus parientes y que ahora se abrazan entre sollozos. Junto a estas familias devastadas, hay un hombre que da gracias a Dios: "He tenido mucha suerte. Mi esposa tenía que coger este avión, pero anuló la reserva en el último minuto porque encontró un vuelo más barato de Air Madagascar".

La noticia corre como la pólvora por toda la isla. La gente sale a las calles y forma corros en mitad de la noche para comentar la tragedia. Mohamed Alí, maestro, lo explica: "Esto es tan grave que nadie puede digerirlo solo".