En Egipto existen varios grupos de oposición consolidados, aunque son débiles y su margen de maniobra se ha visto muy limitado por las draconianas restricciones que impone el régimen a la libertad de expresión y asociación. Tras el masivo fraude electoral en las legislativas de noviembre, su presencia en el Parlamento pasó de ser decorativa a prácticamente inexistente, después de que el partido gubernamental obtuviera 420 de los 508 escaños en juego. La mayoría de escaños restantes se adjudicaron a independientes. A semejanza de lo ocurrido en Túnez, las protestas han sido espontáneas, sin un liderazgo definido y coordinadas a través del boca a boca e internet.