Patria, restitución o muerte". Bajo ese nuevo lema de resonancias castristas, el depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, permanecía ayer en la Embajada de Brasil en la capital de su país, Tegucigalpa, a donde llegó por sorpresa el lunes. "Aquí estoy, vivito y coleando. La primera vez me agarraron dormido; ahora vamos a dormir juntos, nadie nos vuelve a sacar de aquí", dijo. Pero la policía dispersó de madrugada a sus seguidores con gases, balas de goma, cañones de agua y el apoyo del Ejército. Unas 150 personas fueron detenidas. Cercado y asediado por el Ejército, Zelaya se declaró "en peligro" y clamó por una ayuda internacional que no podía llegar a un país cerrado y bajo estado de sitio.

El Gobierno golpista impuso un toque de queda tras otro y cerró los cuatro aeropuertos. Zelaya está en Tegucigalpa, pero los apoyos internacionales no van a poder llegar. Empezando por el secretario general de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, que ayer tuvo que suspender su viaje. En plena campaña para las presidenciales de noviembre, Honduras quedó extrañamente paralizada, sin trabajo, ni escuelas ni transporte, con las calles desiertas, tomadas por el Ejército.

DESAFIO CIUDADANO Al anochecer del lunes, millares de lucecitas de móviles y velas, encendedores y cerillas mostraban que los seguidores de Zelaya desafiaban el toque de queda impuesto desde las cuatro de la tarde por el Gobierno de facto. Se iban a quedar toda la noche frente a la embajada de Brasil. La familia Zelaya está reunida por primera vez en tres meses en la legación. Hay también amigos y periodistas de medios afines.

Pero les cortan el agua y la luz. Al alba, se despliegan los militares. E igual que al presidente lo sacaron en pijama del país, ahora atacan, dispersan y detienen a quienes lo arropan desde la calle. "No tienen consideración --clamó Manuel Zelaya--. No es posible que seamos atacados por luchar por los pobres de este país". Enseguida, inicia su frenética jornada de llamadas telefónicas: "Nuestro pueblo ha sido atacado desde las cinco de la mañana con bombas lacrimógenas y de ruido. Los han agarrado a balazos, han herido a personas. Hay francotiradores en torno".

El gobernante de facto, Roberto Micheletti, responsabiliza a Zelaya de "cualquier disturbio o desorden que protagonicen sus seguidores". El Ministerio de Exteriores cree "inaceptable" que desde la embajada de Brasil "se hagan llamadas a la insurrección y movilización política".

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, pidió a Micheletti que "negocie una salida democrática" a la crisis. También pidió a Zelaya que esté tranquilo y no dé "argumentos" a los golpistas para que irrumpan en la sede diplomática. Los golpistas no dan su brazo a torcer. Zelaya tampoco. "Nadie me sacará de Honduras", asegura.