Michael Phelps logró su objetivo. Lo tenía apuntado desde poco después de los Juegos Olímpicos de Atenas del 2004. Quería superar las siete medallas de oro conquistadas por su compatriota Mark Spitz en Múnich-72 y ayer, después de nueve días agotadores y de haberse lanzado 17 veces a la piscina del magnífico Water Cube (Centro Acuático) de Pekín, culminó la hazaña, una de las más audaces del deporte mundial y, sin duda la que quedará marcada con más cantidad de oro --concretamente la que cabe en ocho medallas de ese precioso metal-- en la historia.

El nadador de Baltimore (Maryland) de 23 años completó ayer el desafío. Lo peor había pasado. Había sufrido en los 4x100 libre del tercer día, cuando Jason Lezak remontó espectacularmente al francés Alain Bernard en el último largo, y en los 100 mariposa del sábado, en los que superó por una milagrosa centésima al serbio Milorad Cavic. Pero la final de ayer era en principio la más fácil. Siempre ha estado dominada por los americanos.

La carrera de ayer, seguida reverencialmente por 17.000 espectadores (que no abandonaron el Cubo de Agua hasta después de la ceremonia de entrega de medallas), se complicó más de la cuenta, pero no lo suficiente para aguar la fiesta de la natación. Phelps recibió el relevo en tercera posición con medio segundo de desventaja.

ACTUACION IMPECABLE Su actuación en mariposa fue impecable y le pasó el testigo al librista Lezak con 25 centésimas de ventaja sobre Japón y 81 sobre el australiano Eamon Sullivan, plusmarquista mundial del hectómetro. Lezak, una vez más, aguantó la envestida final y tocó con 70 centésimas de ventaja, dando a Phelps el octavo título y su séptimo récord del mundo en las ocho finales disputadas. El cuarteto de EEUU hizo 3.29.34 minutos, marca que rebajaba en un segundo y medio su anterior plusmarca, que databa de los Juegos Olímpicos de Atenas de hace cuatro años.

Ni en el momento de mayor gloria deportiva mostró Phelps síntomas alguno de divismo. Se permitió, eso sí, alzar los brazos y lanzar los puños al aire, decorada la cara con una gran sonrisa. Pero no quiso perder en ningún momento su condición de integrante del equipo de EEUU. Eso sí, el Comité Olímpico Internacional (COI) tuvo un detalle con el protagonista de tan espectacular redada de medallas y le entregó, a título excepcional, una placa para rememorar un hecho difícilmente repetible.

LIDER HISTORICO De regreso al vestuario, Phelps se abrazó a su madre, Debbie, y a sus hermanas Hilary y Whitney. Eran los primero instantes, desde hacía días, en que estaba con ellas. "Me abracé a mi madre, ella empezó a llorar, yo empecé a llorar y mis hermanas empezaron a llorar. Fue muy emocionante, el final de una semana divertida de la que estoy muy orgulloso porque he sido capaz de cumplir todo lo que quería", explicó.

Phelps se ha colocado al frente de todas las estadísticas olímpicas, al sumar los ocho oros de Pekín a los seis oros y dos bronces de Atenas 2004. Es el deportista histórico con más medallas de oro en una edición de los Juegos y el que más medallas de oro tiene en total (16). Solo le queda una lista para encabezar la de más medallas totales. La gimnasta rusa Latynina logró 18 en tres Juegos. A Phelps aún le quedan los de Londres 2012 para intentar encabezar ese apartado.

Pese a la magnitud de su gesta, Phelps no perdió ayer el mundo de vista. Solo quedó un poco corto de palabras cuando le pidieron que se autodefiniera. "Esta es la primera pregunta de la que no sé la respuesta", adelantó. "Soy muy afortunado de tener todo lo que tengo. De tener el talento que tengo, de la forma como lo puedo gestionar y de mi pasión por el deporte".

Una pasión que le va a colocar en la primera línea mundial también en cuanto a cotización. Una de sus firmas patrocinadoras, la marca de bañadores Speedo, será la primera en reconocer al octacampeón con una prima especial de un millón de dólares que le prometió por igualar el récord de Mark Spitz. Expertos calculan que los tres millones anuales que generaba Michael Phelps se van a multiplicar tras los Juegos por 10.