Carlos Prieto no es Rolando Uríos. Ni falta que le hace ya, con una medalla de bronce olímpica de la que presumir para toda la vida. El pivote emeritense de la selección de balonmano --en la imagen, celebrando el triunfo con Raúl Entrerríos-- ha ido de menos a más en este torneo hasta llegar a un punto completamente estelar en el partido del tercer y cuarto puesto ante Croacia. ¡7 goles! Poco que ver con el jugador dubitativo que precisamente ante los balcánicos tuvo un frío debut en la competición.

Prieto empieza a borrar el eterno recuerdo de Uríos --y Xepkin, el otro jugador de su posición en la época dorada de España-- con encuentros como el de ayer, en el que sacó perfecto partido de su corpulencia y técnica individual. No en vano, Juan Carlos Pastor, el seleccionador nacional, le conoce bien de tenerle a sus órdenes en el Valladolid.

En cierto modo, no le quedaba más remedio que acabar triunfando con esas cualidades, pero tenía que encontrar su sitio, tanto a nivel de clubs como internacional. La cantidad de posiciones favorables que ha tenido en estos Juegos Olímpicos merecían un balance goleador mucho mayor, una faceta que únicamente ha terminado explotando frente al equipo más difícil de rebasar.

Unicamente Rubén Garabaya puede discutir ahora el papel predominante de Prieto en el pivote del equipo español. Y lo mejor es que, si esta generación de jugadores logra consolidarse y apartar la irregularidad, muchos más triunfos esperan a la vuelta de la esquina. El extremeño aún tiene 28 años.